La educación y el sentido de la vida
Sin una verdadera educación la vida carece de sentido.
Esto se hace evidente si asumimos que venimos a este mundo para aprender y elevar nuestra condición de seres humanos, desarrollando habilidades cognitivas, entrenando el cuerpo y la mente con un propósito superior y ampliando nuestra conciencia.
La verdadera educación se
preocupa por la libertad del individuo, transformándolo en alguien solidario
que no solo busca el éxito propio a expensas de los demás y desconectado del
entorno en el que vive. La libertad es el resultado del autoconocimiento,
cuando la mente se eleva por encima y más allá de los obstáculos que ella misma
se ha creado al ansiar su propia seguridad.
La función de la verdadera
educación es ayudar a cada persona a descubrir su verdadero potencial y a
trascender todos los obstáculos psicológicos, y no simplemente imponerle nuevos
patrones de conducta, nuevas maneras de pensar. Tales imposiciones nunca
despertarán la inteligencia y la creatividad, sino por el contrario
condicionarán aun más al individuo. Evidentemente esto es lo que está
sucediendo en todas partes del mundo, y por eso nuestros problemas continúan y
se multiplican.
Es sólo cuando empezamos a
entender la profunda significación de la vida humana que puede haber verdadera
educación; pero, para entender, la mente debe librarse del deseo de recompensa
que engendra el temor y la conformidad. Si consideramos a nuestros hijos como
propiedad personal, si para nosotros ellos son la continuación de nuestros
pequeños egos y la realización de nuestras ambiciones, entonces crearemos un
ambiente, una estructura social en la cual no hay amor, sino la persecución de
nuestras propias ventajas y beneficios.
Hoy en día de más en más se
expande el negocio de la educación. Escuelas, colegios y universidades
“privadas” que privilegian el éxito de sus empresas y el prestigio antes que
brindar una verdadera enseñanza y asegurarse que cada niño y cada joven
aprendan y puedan expresarse libremente.
Si los padres realmente aman a sus hijos, se preocuparán de que estos reciban una verdadera educación con maestros de verdad, que los respeten, que los animen y que los formen, y no que se los utilice para cualquier otro fin.
Una verdadera educación forma personas libres, inteligentes y solidarias. Y este no es el interés de los que controlan a la sociedad.
Si los padres realmente aman a sus hijos, se preocuparán de que estos reciban una verdadera educación con maestros de verdad, que los respeten, que los animen y que los formen, y no que se los utilice para cualquier otro fin.
Una verdadera educación forma personas libres, inteligentes y solidarias. Y este no es el interés de los que controlan a la sociedad.
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