Limitado
únicamente al aprendizaje de una técnica, no reviste especial valor.
Debemos
asumir la práctica cotidiana de un samurai.
Veinticuatro
horas dedicadas a la educación de la conciencia, la sensibilidad, la intuición
y la acción. Y lo más importante, el desarrollo de los valores humanos y la
moral.
El
proceso de aprendizaje puede ser arduo y difícil y a veces parecer lento e
inacabable. Esto es debido a nuestra mala educación, nuestras debilidades y los
errores de juicio que cometemos a menudo.
Pero
el mayor error que puede cometerse es pretender no cometer jamás un error. Sólo
quienes no intentan aprender sinceramente, mejorar, ponerse en cuestión, nunca
cometen errores. Un error hace posible la creatividad. Sin error no hay
posibilidad de cambio.
Lo
importante es no cometer el mismo error dos veces.
La
memoria es fundamental. El estudio es la clave.
Pero
estudiar no quiere decir leer y leer no significa comprender.
El
conocimiento a través de la lectura o los videos, puede ser de ayuda, pero no
pierdas nunca el verdadero objetivo de tu entrenamiento.
Este
do es la vía del que rehúsa tener enemigos. Es el do victorioso que no vierte ni
una sola gota de sangre, que no hiere ni humilla, que pone fin a los conflictos
antes de que surjan. Es el do de la confianza y el firme propósito que no
acepta la mediocridad ni el autoengaño.
No
es leyendo libros como desarrollarás tu poder personal y encontrarás la
sabiduría.
La
sabiduría sólo puede sobrevenir de la experiencia. Tu cuerpo y tu mente deben
impregnarse del universo y la naturaleza que te rodean. Tu alma debe reflejar
esta sensación, te apartarás así de toda visión corrompida y deformada.
Tu
poder personal aparece al volverte una imagen viva del universo.
La
práctica del Aikido no debe limitarse al entrenamiento en el dojo.
O
Senseí enseñaba: “Conocer un movimiento
de Aikido es sólo el primer paso. Sin acción, este conocimiento carece de
sentido. Sin pureza de alma no puede accederse a la verdadera Vía del sable.
Esto es Masagatsu Agatsu Katsu hayabi.
Agatsu significa la victoria sobre uno
mismo a través de la pureza del alma. Masagatsu es la victoria justa, la buena
Vía. Katsu hayabi es el despertar espiritual fuera del tiempo y el espacio,
aquí y ahora, en este preciso momento. La asociación de estas expresiones constituye
la base del sbugyo. Sin esta sabiduría no hay posibilidades de desarrollo.
El día que dejes de temer o sentirte débil será el fin de tu destino. Tu
entrenamiento se detendrá abruptamente. ¿Cómo puede encontrarse la verdad en el
mundo de la competición si siempre hay un vencedor y un
vencido? Imagínate en un campo de batalla, rodeado de fusiles enemigos, y
comprenderás lo que quiero decir. Si te refugias en el viejo concepto marcial
de la victoria, jamás alcanzarás la paz”.
Inevitablemente,
la competición produce una víctima. Éste es un mundo sin piedad, competitivo, que se alimenta de la miseria y el sufrimiento
del prójimo, un mundo de inseguridad permanente que ignora la sensación de
libertad y felicidad, repleto de víctimas y de abusadores.
Desde
pequeños somos confrontados a esa presión del medio, a una necesidad de éxito y
a la cultura de la individualidad y la estupidez.
Nuestra
sociedad tiende a colocar la fortuna y la fuerza física por encima de los valores
humanos. Esto no solo es un problema de educación, el miedo y la codicia están
enquistados en un gran número de individuos.
Allí
donde domina la confusión y la falta de comunicación, los valores humanos se
degradan. Lo más importante es conocerse a si mismo.
Sin
una consciencia de uno mismo, cualquier conocimiento puramente teórico sólo
llevará confusión a tu espíritu.
Si
sigues la sabiduría del Espíritu alcanzarás la verdad. Pule el espejo de tu
espíritu por medio del misogi (la
purificación).
La
verdad está eternamente presente, sin embargo, no te ates a nada. Aun cuando pienses
que has incluso alcanzado la iluminación,
no lo creas ciegamente. No será más que un espejismo, una ilusión creada por
tus propios límites. Si buscas siempre tu despertar personal, pasarás la vida
intentando atrapar su sombra.
Renuncia
a esta atadura, la codicia se desvanecerá y se hará el vacío para acoger al
espíritu de verdad. Para y deja que tu vida se funda con el espacio y se
convierta en una parte de la realidad divina.
Entrenate
y busca tu perfección. El verdadero Budo yace dentro tuyo, desccubrilo. Tenelo
presente durante el entrenamiento.
El
Aikido no es una gimnasia ni un deporte. Es una disciplina, un proceso
educativo para el entrenamiento de la mente, el cuerpo y el alma. No tiene por
objeto el mero estudio de una técnica, ésta es sólo una herramienta para el
refinamiento personal y el crecimiento espiritual.
El
Aikido no es una pelea callejera. Vienen al dojo para trascender y purificar
vuestras reacciones agresivas, para adoptar el espíritu de un samurai a través
del descubrimiento de la propia responsabilidad social.
No
debe haber espíritu de competición sobre el tatami. El objetivo del Aikido no
es pelear y derrotar al enemigo sino pelear y derrotar a los propios miedos e instintos
agresivos.
La
fuerza del Aikido no reside en la potencia muscular sino en la flexibilidad, la
comunicación, el control de uno mismo y la modestia.
No
existe una forma correcta o incorrecta en el Aikido. En tanto un movimiento
obedezca a las leyes físicas del universo, es correcto.
Obedeciendo
estas leyes naturales, la actitud ha de ser correcta. Quien obedece estas
leyes, sigue la Vía (la voluntad) de Dios. El Aikido no supone el aprendizaje
de una técnica sino el aprendizaje de la sabiduría.
Los
kata individuales no existen en el Aikido porque éste se basa en la armonía de las
relaciones y en la resolución del conflicto, y desde este punto de vista cada
situación es única y diferente.
El
tatami no es un lugar en el que la gente viene a competir o imponer sus ideas a
otros sino a aprender a escucharse y comunicarse. En el tatami no podemos
disimular nuestra verdadera personalidad. Nuestras flaquezas y talentos siempre
acaban manifestándose. Transpiramos juntos, soportamos juntos el estrés, nos ayudamos
mutuamente y aprendemos a confiar en el otro. Cada uno estudia los mismos principios
universales y la sustancia espiritual, que es la misma en cada uno, se vuelve
clara cuando cae la máscara del miedo y el egoísmo.
Si
estuviéramos solos en el Universo, sin nadie con quien hablar, con quien compartir
un momento agradable, con quien reír, sin nadie a quien tocar, a quien amar,
¿cuál sería la razón de vivir? El amor da sentido a la vida.
Debemos
descubrir la alegría de estar juntos, la alegría de los desafíos, la alegría
del crecimiento.
En
el Aikido no se gana. Al querer ganar, pierden y hacen perder a vuestro
compañero. Si creen que la vida es pura competición, jamás ganarán ya que no
están libres de la muerte.
Pero,
si perciben la vida como un proceso de creación universal, llegarán a ser
eternos, porque formarán parte del proceso. Si consideran que el desarrollo del
cuerpo y la mente es el comienzo del crecimiento espiritual, vuestra fuerza
será eterna.
El
espíritu de desafío no supone un espíritu competitivo. El mayor desafío
consiste en desafiarse a si mismo.
No
hay que pasarse la vida buscando seguridad. Si tienen el cuerpo cubierto por un
caparazón, serán incapaces de moverse, de luchar, de protegerse y proteger a
los demás.
El
Bushido implica desafío y sacrificio.
Es
el poder y la fuerza de un espíritu independiente e indomable.
Un
espíritu dependiente es débil pues no es capaz de sacrificar su ego y su
codicia. Para ser verdaderamente independiente y saborear el reto de la
libertad, el espíritu debe estar vacío.
Finalmente,
uno mismo es el único responsable de su crecimiento.
Es
uno el que crea su propia realidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario