lunes, 30 de octubre de 2017

El Aikido y la mujer moderna - Aikido and the modern woman


por Paola Villarreal
with English version (at bottom)

La práctica del Aikido significa mucho en mi vida. Llegué a él sin ningún conocimiento marcial y sin siquiera buscarlo. Me fui fortaleciendo día a día con mi práctica y ganando en confianza. Mi cuerpo y mi actitud fueron cambiando desde la primera vez que pisé un tatami. Aprendí a enfrentar el miedo y la duda ante los diferentes ataques y caídas y a responder ante ellos sin perder el control. 
Mi respiración se volvió más calma y eso me permitió una mejor atención y concentración, y lo puedo aplicar en mi vida cotidiana.
Aikido me enseña que el desarrollo integral de uno mismo es mediante la educación y el entrenamiento del cuerpo, la mente y el espíritu. 
Es un camino de autoconocimiento y transformación, además de desarrollar técnicas de defensa personal.


Una mujer, independientemente de su tamaño o contextura, se puede defender de un ataque porque el principio básico del Aikido es usar la fuerza del atacante en contra de él mismo, y así sacarlo de equilibrio para derribarlo y neutralizar su ataque. Sin lastimarlo seriamente, pero lo suficiente como para permitir a una mujer que se defiende alejarse del lugar.
El Aikido busca desviar más que bloquear una acción. Es por ello que la fuerza física es irrelevante para realizar una buena técnica y con eficacia, eso le da confianza a la mujer, que por naturaleza no tiene la fuerza de un hombre.
La energía de la mujer es diferente a la del hombre. Su fuerza es interior, es más pasiva, receptiva y flexible que el hombre. Éste a su vez es más activo, y su fuerza se exterioriza en la dureza y resistencia. Es por ello que los movimientos en el Aikido nos resultan más naturales a las mujeres, porque no dependen de nuestra fuerza física.


Una mujer que practica artes marciales no tiene por qué tener un cuerpo más varonil ni masculinizar su apariencia. Su feminidad se ve embellecida por su confianza, determinación, conocimiento y fortaleza que nacen del entrenamiento y su práctica profunda, lo que la convierte en una luchadora y guerrera tanto dentro como fuera del tatami. 
En la práctica de Aikido la fuerza del oponente es controlada y redireccionada mediante desequilibrios, inmovilizaciones y lanzamientos, sin la presencia de competencia ni lucha. Es a través  de la calma y el control de la situación que se puede llegar a la armonización del conflicto. Dentro del dojo no hay diferenciaciones de género porque se elimina toda competencia y rivalidad. El más antiguo en la práctica debe ayudar al más nuevo. Se deben proteger y brindar cuidado entre los compañeros de práctica para no poner en peligro la integridad física.

La transmisión de valores en el Aikido, como el respeto hacia el otro y hacia uno mismo, la sinceridad, la lealtad, el coraje, la integridad, la modestia y gratitud, la compasión por los demás, la atención y el cuidado, son cualidades morales que se van desarrollando y asimilando con un entrenamiento disciplinado, amor y dedicación profunda. Así, nuestro espíritu se va fortaleciendo y nuestra práctica se vuelve cada vez más sincera y verdadera.
En mi experiencia me siento muy afortunada y agradecida de entrenar y aprender junto a mi Sensei y compañeros de práctica. Me siento cuidada y respetada dentro del dojo. Cada encuentro me ofrece la posibilidad de mejorar y de demostrar mis habilidades y superaciones, como así también de enfrentar nuevos desafíos. Al igual que ellos puedo forjar mi carácter y convertirme en una verdadera guerrera enfrentando mis miedos y debilidades. Entrenar a diario en el dojo me da alegría y motivación, aunque a veces se presenten dificultades en el camino de mi aprendizaje.
Un camino de toda una vida.
Continuar es lo que nos engrandece.

Nota; Paola Villarreal es 2º dan (nidan) de Aikido y practica en Budo Shin dojo. Es pintora, profesora de arte, esteticista y se dedica al estudio de las terapias naturales y la fitoterapia.

English Version
Aikido and the modern woman

The practice of Aikido means a lot in my life. I came to him without any martial knowledge and without even looking for him. I got stronger every day with my practice and gaining in confidence. My body and my attitude changed from the first time I stepped on a tatami. I learned to face fear and doubt in the face of different attacks and falls and to respond to them without losing control.

My breathing became calmer and that allowed me better attention and concentration, and I can apply it in my daily life.

Aikido teaches me that the integral development of oneself is through education and training of the body, mind and spirit.

It is a path of self-knowledge and transformation, in addition to developing self-defense techniques.

A woman, regardless of her size or build, can defend herself from an attack because the basic principle of Aikido is to use the force of the attacker against himself, and thus get him out of balance to knock him down and neutralize his attack. Without hurting him seriously, but enough to allow a woman who defends herself to leave the place.

Aikido seeks to divert more than blocking an action. That is why physical strength is irrelevant to perform a good technique and effectively, that gives confidence to the woman, who by nature does not have the strength of a man.

The energy of the woman is different from that of the man. Its strength is interior, it is more passive, receptive and flexible than man. The man, in turn is more active, and its strength is externalized in the hardness and resistance. That is why the movements in Aikido are more natural to women, because they do not depend on our physical strength.

A woman who practices martial arts does not have to have a more manly body or masculinize her appearance. Her femininity is embellished by her confidence, determination, knowledge and strength that are born of training and her deep practice, which makes her a fighter and warrior both inside and outside the tatami.

In the practice of Aikido the opponent's strength is controlled and redirected by imbalances, immobilizations and throws, without the presence of competition or struggle. It is through calm and control of the situation that the conflict can be harmonized. Within the dojo there are no gender differentials because all competition and rivalry is eliminated. The oldest in practice should help the newest. They must protect and provide care among fellow practitioners so as not to endanger their physical integrity.

The transmission of values ​​in Aikido, such as respect towards others and towards oneself, sincerity, loyalty, courage, integrity, modesty and gratitude, compassion for others, attention and care, are qualities morals that are developed and assimilated with a disciplined training, love and deep dedication. Thus, our spirit is strengthened and our practice becomes more and more sincere and true.

In my experience I feel very fortunate and grateful to train and learn with my Sensei and fellow practitioners. I feel cared for and respected inside the dojo. Each meeting offers me the opportunity to improve and demonstrate my skills and achievements, as well as face new challenges. Like them I can forge my character and become a true warrior facing my fears and weaknesses. Training daily in the dojo gives me joy and motivation, although sometimes there are difficulties in the way of my learning.

A path of a lifetime.

To continue is what magnifies us.

Note; Paola Villarreal is 2nd dan (nidan) in Aikido and practices in Budo Shin dojo. She is a painter, art teacher, beautician and is dedicated to the study of natural therapies and phytotherapy.

sábado, 28 de octubre de 2017

Espíritu indomable


La aparición de un "enemigo" debe ser considerado como una oportunidad para poner a prueba la sinceridad de tu entrenamiento mental y físico, para ver si uno está realmente respondiendo de acuerdo a la voluntad divina.

Cuando te enfrentas a los dominios de la vida y la muerte en la forma de la espada de un enemigo, debes estar firmemente colocado en mente y cuerpo, y en absoluto intimidado; sin proporcionar a tu oponente la más mínima apertura, controlar su mente como un relámpago y moverte según tu voluntad, recto, en diagonal, o en cualquier otra dirección apropiada.

Entrando profundamente, tanto mental como físicamente, transforma todo tu cuerpo en una verdadera espada, y vence a tu enemigo.



En esencia, la espada es el alma de un guerrero y una manifestación de la verdadera naturaleza del universo; por lo tanto, cuando desenfundas tu espada tienes el alma en tus manos.
Sepan que cuando dos guerreros se enfrentan entre sí con espadas, el cuerpo y el alma de cada individuo se ilumina a medida que se unen en un mundo que necesita librarse de la falsedad y el mal.

Un enemigo que aparece a lo largo del Gran Camino de inspiración divina de la esgrima, permite a un guerrero activar principios universales, y por lo tanto sirve como una ayuda para la armonización de todos los elementos del cielo y la tierra, del cuerpo y el alma, glorias que perduran para siempre.
Nuestros iluminados antepasados desarrollaron el verdadero Budo basado en la humanidad, el amor y la sinceridad; su esencia se compone de valentía sincera, sabiduría sincera, amor sincero y de empatía sincera.

Estas cuatro virtudes espirituales deben ser incorporadas en el diligente entrenamiento individual de tu espada; constantemente debes forjar el espíritu y el cuerpo y dejar que el brillo de la espad transformadora impregne todo tu ser.



Los deportes son ampliamente practicados hoy en día, y son buenos para el ejercicio físico. Los guerreros también entrenan el cuerpo, pero además lo usan como vehículo para entrenar la mente, calmar el espíritu, y encontrar la bondad y la belleza, dimensiones de las que carecen los deportes.

El entrenamiento en el Budo fomenta el valor, la sinceridad, la fidelidad, la bondad y la belleza, así como hacer el cuerpo fuerte y saludable.

El Camino es muy vasto. Desde la antigüedad hasta el presente, incluso los más grandes sabios fueron incapaces de percibir y comprender toda la verdad; las explicaciones y enseñanzas de los maestros y de los santos sólo expresan una parte del todo.

No es posible para nadie hablar de tales cosas en su totalidad, sólo llenate de luz y calor, aprende de los dioses, y por medio de la virtud de la práctica devota conviértete en uno con lo divino.

Busca la iluminación a lo largo de esta orilla.


O´Sensei Ueshiba




miércoles, 18 de octubre de 2017

Los jóvenes y el Aikido


El Aikido en mi vida
por Juan Manuel Cravchik


    Cuando empecé a practicar Aikido, suponía que sería otra forma de defenderse a base de fuerza bruta, que sólo iba a aprender a tirar golpes, pero más adelante aprendí que no se trataba de eso. Aprendí que además de la parte técnica hay mucho cuidado, un guerrero no es aquel que mata al que se acerque, debe ser compasivo, respetuoso, honorable, cordial y sincero.
     El aikido me ayudó en muchas cosas, me enseñó a ser más respetuoso, autocrítico, paciente y me mostró varios defectos que estoy dispuesto a vencer. Sé que me falta mucho, pero al menos sé también que voy bien encaminado.
     Cuando llego al dojo, me olvido de todo lo que me tensa y eso me da confianza, cuando respiro me siento puro, cuando caliento, me siento relajado, cuando hago una técnica disfruto, incluso cuando me corrigen, porque sé que estoy aprendiendo algo útil. A veces no tengo ganas de ir, pero cuando llego, desaparecen los problemas y el cansancio, es como un espíritu, que me aporta energías y me impulsa a tener una mente calma. No podría explicar como, pero cuando veo el cuadro de O Sensei, me inspiro, me hace proponerme hacer un buen trabajo, ya sea una respiración calmada, o un kotegaeshi potente.

     El aikido me llevó además a conocer gente que vale la pena y fortificó el lazo con mi padre, les estoy muy agradecido, me mostraron una forma de arte y un camino a la calma, sólo debo seguirlo. Es un desafío el estar en las condiciones que se requiere, pero es parte del camino, hay que dejar  los vicios del ciudadano común para alcanzar la paz, es un trabajo de años de práctica, pero ha de valer la pena.

Padre e hijo

Marcelo Cravchik (shodan) y Juan Manuel en clase de Aikido

      A veces tomo demasiado en serio el aikido, como si fuera un trabajo, cuando debería verlo como algo lindo, agradable y a veces hasta gracioso. Recuerdo una vez que el Sensei dijo ``Está bien tomarse en serio el aikido, pero no siempre´´ y ahora es cuando lo entiendo, esta en particular es una práctica entre compañeros que se tienen confianza, por lo que puede haber alguna broma, pero a la hora de usar armas, ya debe ser más serio. En cualquier caso, siento que cada vez puedo ir más tranquilo, sin tanta tensión de ``no cometas errores´´.
      Otra cosa que me enseñó el aikido es que no todo es fuerza, con el poder de la respiración se puede llegar más lejos, todo sale mejor, te calma, te relaja, te hace más liviano, te hace tener incluso más fuerza que a base de ejercicio físico. Por eso deseo seguir practicando hasta más allá del hartazgo y espero poder hacerme bien a mí y a otros con lo que llegue a aprender en estos años.
        Gracias!

Nota: Juan Manuel tiene 15 años y es 3er. kyu de Aikido.