por Paola Villarreal
with English version (at bottom)
La práctica del Aikido significa mucho en mi vida. Llegué a él sin
ningún conocimiento marcial y sin siquiera buscarlo. Me fui fortaleciendo día a
día con mi práctica y ganando en confianza. Mi cuerpo y mi actitud fueron
cambiando desde la primera vez que pisé un tatami. Aprendí a enfrentar el miedo
y la duda ante los diferentes ataques y caídas y a responder ante ellos sin
perder el control.
Mi respiración se volvió más calma y eso me permitió una mejor atención y concentración, y lo puedo aplicar en mi vida cotidiana.
Mi respiración se volvió más calma y eso me permitió una mejor atención y concentración, y lo puedo aplicar en mi vida cotidiana.
Aikido me enseña que el desarrollo integral de uno mismo es mediante
la educación y el entrenamiento del cuerpo, la mente y el espíritu.
Es un camino de autoconocimiento y transformación, además de desarrollar técnicas de defensa personal.
Es un camino de autoconocimiento y transformación, además de desarrollar técnicas de defensa personal.
Una mujer, independientemente de su tamaño o contextura, se puede
defender de un ataque porque el principio básico del Aikido es usar la fuerza
del atacante en contra de él mismo, y así sacarlo de equilibrio para derribarlo
y neutralizar su ataque. Sin lastimarlo seriamente, pero lo suficiente como
para permitir a una mujer que se defiende alejarse del lugar.
El Aikido busca desviar más que bloquear una acción. Es por ello que
la fuerza física es irrelevante para realizar una buena técnica y con eficacia,
eso le da confianza a la mujer, que por naturaleza no tiene la fuerza de un
hombre.
La energía de la mujer es diferente a la del hombre. Su fuerza es
interior, es más pasiva, receptiva y flexible que el hombre. Éste a su vez es
más activo, y su fuerza se exterioriza en la dureza y resistencia. Es por ello
que los movimientos en el Aikido nos resultan más naturales a las mujeres,
porque no dependen de nuestra fuerza física.
Una mujer que practica artes marciales no tiene por qué tener un
cuerpo más varonil ni masculinizar su apariencia. Su feminidad se ve
embellecida por su confianza, determinación, conocimiento y fortaleza que nacen
del entrenamiento y su práctica profunda, lo que la convierte en una luchadora
y guerrera tanto dentro como fuera del tatami.
En la práctica de Aikido la fuerza del oponente es controlada y
redireccionada mediante desequilibrios, inmovilizaciones y lanzamientos, sin la
presencia de competencia ni lucha. Es a través
de la calma y el control de la situación que se puede llegar a la
armonización del conflicto. Dentro del dojo no hay diferenciaciones de género
porque se elimina toda competencia y rivalidad. El más antiguo en la práctica
debe ayudar al más nuevo. Se deben proteger y brindar cuidado entre los
compañeros de práctica para no poner en peligro la integridad física.
La transmisión de valores en el Aikido, como el respeto hacia el otro
y hacia uno mismo, la sinceridad, la lealtad, el coraje, la integridad, la
modestia y gratitud, la compasión por los demás, la atención y el cuidado, son
cualidades morales que se van desarrollando y asimilando con un entrenamiento
disciplinado, amor y dedicación profunda. Así, nuestro espíritu se va
fortaleciendo y nuestra práctica se vuelve cada vez más sincera y verdadera.
En mi experiencia me siento muy afortunada y agradecida de entrenar y
aprender junto a mi Sensei y compañeros de práctica. Me siento cuidada y
respetada dentro del dojo. Cada encuentro me ofrece la posibilidad de mejorar y
de demostrar mis habilidades y superaciones, como así también de enfrentar
nuevos desafíos. Al igual que ellos puedo forjar mi carácter y convertirme en
una verdadera guerrera enfrentando mis miedos y debilidades. Entrenar a diario
en el dojo me da alegría y motivación, aunque a veces se presenten dificultades
en el camino de mi aprendizaje.
Un camino de toda una vida.
Continuar es lo que nos engrandece.
Nota; Paola Villarreal es 2º dan (nidan) de Aikido y practica en Budo Shin dojo. Es pintora, profesora de arte, esteticista y se dedica al estudio de las terapias naturales y la fitoterapia.
English Version
Aikido and the modern woman
The practice of Aikido means a lot in my life. I came to him without any martial knowledge and without even looking for him. I got stronger every day with my practice and gaining in confidence. My body and my attitude changed from the first time I stepped on a tatami. I learned to face fear and doubt in the face of different attacks and falls and to respond to them without losing control.
My breathing became calmer and that allowed me better attention and concentration, and I can apply it in my daily life.
Aikido teaches me that the integral development of oneself is through education and training of the body, mind and spirit.
It is a path of self-knowledge and transformation, in addition to developing self-defense techniques.
A woman, regardless of her size or build, can defend herself from an attack because the basic principle of Aikido is to use the force of the attacker against himself, and thus get him out of balance to knock him down and neutralize his attack. Without hurting him seriously, but enough to allow a woman who defends herself to leave the place.
Aikido seeks to divert more than blocking an action. That is why physical strength is irrelevant to perform a good technique and effectively, that gives confidence to the woman, who by nature does not have the strength of a man.
The energy of the woman is different from that of the man. Its strength is interior, it is more passive, receptive and flexible than man. The man, in turn is more active, and its strength is externalized in the hardness and resistance. That is why the movements in Aikido are more natural to women, because they do not depend on our physical strength.
A woman who practices martial arts does not have to have a more manly body or masculinize her appearance. Her femininity is embellished by her confidence, determination, knowledge and strength that are born of training and her deep practice, which makes her a fighter and warrior both inside and outside the tatami.
In the practice of Aikido the opponent's strength is controlled and redirected by imbalances, immobilizations and throws, without the presence of competition or struggle. It is through calm and control of the situation that the conflict can be harmonized. Within the dojo there are no gender differentials because all competition and rivalry is eliminated. The oldest in practice should help the newest. They must protect and provide care among fellow practitioners so as not to endanger their physical integrity.
The transmission of values in Aikido, such as respect towards others and towards oneself, sincerity, loyalty, courage, integrity, modesty and gratitude, compassion for others, attention and care, are qualities morals that are developed and assimilated with a disciplined training, love and deep dedication. Thus, our spirit is strengthened and our practice becomes more and more sincere and true.
In my experience I feel very fortunate and grateful to train and learn with my Sensei and fellow practitioners. I feel cared for and respected inside the dojo. Each meeting offers me the opportunity to improve and demonstrate my skills and achievements, as well as face new challenges. Like them I can forge my character and become a true warrior facing my fears and weaknesses. Training daily in the dojo gives me joy and motivation, although sometimes there are difficulties in the way of my learning.
A path of a lifetime.
To continue is what magnifies us.
Note; Paola Villarreal is 2nd dan (nidan) in Aikido and practices in Budo Shin dojo. She is a painter, art teacher, beautician and is dedicated to the study of natural therapies and phytotherapy.