El Aikido en mi vida
por Juan Manuel Cravchik
Cuando empecé a
practicar Aikido, suponía que sería otra forma de defenderse a base de fuerza
bruta, que sólo iba a aprender a tirar golpes, pero más adelante aprendí que no
se trataba de eso. Aprendí que además de la parte técnica hay mucho cuidado, un
guerrero no es aquel que mata al que se acerque, debe ser compasivo,
respetuoso, honorable, cordial y sincero.
El
aikido me ayudó en muchas cosas, me enseñó a ser más respetuoso, autocrítico,
paciente y me mostró varios defectos que estoy dispuesto a vencer. Sé que me
falta mucho, pero al menos sé también que voy bien encaminado.
Cuando llego al dojo, me olvido de todo lo que me tensa y eso me da
confianza, cuando respiro me siento puro, cuando caliento, me siento relajado,
cuando hago una técnica disfruto, incluso cuando me corrigen, porque sé que
estoy aprendiendo algo útil. A veces no tengo ganas de ir, pero cuando llego,
desaparecen los problemas y el cansancio, es como un espíritu, que me aporta
energías y me impulsa a tener una mente calma. No podría explicar como, pero
cuando veo el cuadro de O Sensei, me inspiro, me hace
proponerme hacer un buen trabajo, ya sea una respiración calmada, o un
kotegaeshi potente.
El
aikido me llevó además a conocer gente que vale la pena y fortificó el lazo con
mi padre, les estoy muy agradecido, me mostraron una forma de arte y un camino
a la calma, sólo debo seguirlo. Es un desafío el estar en las condiciones que
se requiere, pero es parte del camino, hay que dejar los vicios del ciudadano común para alcanzar
la paz, es un trabajo de años de práctica, pero ha de valer la pena.
Padre e hijo |
Marcelo Cravchik (shodan) y Juan Manuel en clase de Aikido |
A
veces tomo demasiado en serio el aikido, como si fuera un trabajo, cuando
debería verlo como algo lindo, agradable y a veces hasta gracioso. Recuerdo una
vez que el Sensei dijo ``Está bien tomarse en serio el aikido, pero no
siempre´´ y ahora es cuando lo entiendo, esta en particular es una práctica
entre compañeros que se tienen confianza, por lo que puede haber alguna broma,
pero a la hora de usar armas, ya debe ser más serio. En cualquier caso, siento
que cada vez puedo ir más tranquilo, sin tanta tensión de ``no cometas
errores´´.
Otra
cosa que me enseñó el aikido es que no todo es fuerza, con el poder de la
respiración se puede llegar más lejos, todo sale mejor, te calma, te relaja, te
hace más liviano, te hace tener incluso más fuerza que a base de ejercicio
físico. Por eso deseo seguir practicando hasta más allá del hartazgo y espero
poder hacerme bien a mí y a otros con lo que llegue a aprender en estos años.
Gracias!
Nota: Juan Manuel tiene 15 años y es 3er. kyu de Aikido.
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