martes, 13 de septiembre de 2011

La naturaleza de la realidad

Enseñanza del Maestro Sawaki

“Un poema del Shodoka de Yoka Daishi dice:

Cuando vemos la verdadera realidad, no existen ya los hombres ni la ley.

Al instante, nuestros actos más infames se destruyen.

Si utilizo mentiras para engañar a los hombres

Que caiga para siempre en el suplicio de la lengua arrancada.

La práctica del Budismo apunta a descubrirnos la verdadera realidad. Despierta de pronto en nosotros una necesidad imperiosa de saber a qué se parece. Ahora bien, el carácter verdadero de la realidad tiene por carácter único la ausencia de carácter. No es ni esto ni lo otro.

Todas las existencias del universo, todos los fenómenos sin excepción, son la verdadera naturaleza de la realidad. Está dicho en el Hannya Shingyô: "Todas las existencias están vacías de aspecto; no hay ni nacimiento, ni decrecimiento; ni mancha, ni pureza." Así es la realidad: sin belleza, sin suciedad, sin nacimiento, sin muerte.

Desde el punto de vista humano, podemos ver esta realidad. En nuestra época, los hombres, especialmente los intelectuales, esa gente acostumbrada a pasar exámenes y capaz de llenar un papel sobre no importa qué tema, intenta hacer correr su pluma para describirla, pero cuanto más lo intenta, más se sustrae de ella y lo que sale de su papel hace pensar en una minúscula pequeña caquita.

Es imposible para un ser humano ver la verdadera naturaleza de la realidad, por el hecho de que él es un ser humano. Nosotros, hombres, no podemos ver más que nuestro mundo de hombres. Un pez no ve más que su mundo de pez. Un ladrón ve ladrones por todas partes.

Uno me ha dicho que un magistrado decía con gusto: "en todo hombre veo un criminal." Decía sin duda la verdad. Este hombre se reconocía a sí mismo en las mentiras, por lo que es normal que piense en términos de culpabilidad.

Mirando el mundo con el ojo de Buda, todo es Buda. No hay más demonios. Todos los seres, sensibles y no sensibles, son la Vía: la hierba, el árbol, el país, el planeta, todo es Buda. Nuestro cuerpo tal como es, es Buda.

Cuando se venera a un Buda y se es anticuario, se empieza por estimar el valor del objeto: "¿Por cuantos miles de yen podré venderlo?"

A partir del momento en que se ve un Buda, se le pone una etiqueta. Por eso todos los Budas han desaparecido.

El hombre ordinario de nuestro mundo dirá que yo no soy un Buda, sino un hombre como los demás porque me mira con gafas de color de hombre ordinario. Cuando lleva gafas azules, ve el mundo en azul. Si tienen el color del deseo, no ve más en el mundo que objetos de deseo.

Por lo tanto, tenemos que comprender la Verdadera Realidad. Es necesario pero, como la Ley del hombre se opone, no es una tarea fácil. Aquí, todo es ilusión. De todo lo que se hace en el mundo, nada existe fuera de las ilusiones. Todo, sin excepción, es ilusión. Podemos decir que todo es karma.

Un hombre acaba de robar algo: tiene miedo y se escapa. Un policía se lanza en su persecución y mira a los paseantes preguntándose si el tipo que está delante de él es el ladrón. Por tanto, el perseguido y el perseguidor andar cada uno por un mundo diferente. He aquí porqué la verdadera realidad as tan difícil de aprehender.

Descubrir la verdadera naturaleza de la realidad, es abrazar de una sola mirada el panorama del universo. Cuando tenemos esta visión, hemos comprendido las enseñanzas del Buda.

Para contemplar el espectáculo del universo, no es necesario sacar el telescopio ni tampoco inclinarse sobre un microscopio. No vale la pena molestarse tanto. Basta con negarse a reconocer como verdaderas todas las ilusiones que nos ciegan. Hay que decirse "mis pensamientos son erróneos, este es falso, este otro también, todo es falso, yo lo niego." Si los alejamos todos, nada más existe en nosotros. Está escrito: "Cortando los lazos del karma, encontramos el apaciguamiento de todas las cosas. No pensamos más en términos de bien o de mal, no distinguimos más lo verdadero de lo falso."

Abreviando, tenemos una visión total e inmediata de lo real. Entonces basta con mirar por encima de nuestras gafas, o mejor, quitárselas.

Asir el universo de un vistazo no es un problema de cantidad sino de calidad. Incluso aunque se pudiera evaluar la distancia de los confines del universo en miles de años luz, más allá quedará todavía lo desconocido. En el Sutra del Loto, la duración del universo está estimada en quinientos ciclos cósmicos. Infinitamente grande o infinitamente pequeño, el mundo es ilimitado. El verdadero problema no es ni el tiempo ni el espacio, sino la esencia del universo.

Al no abrazar el universo de una sola mirada lloramos y reímos. Cuando la visión es total, no hay ni atracción, ni repulsión: las cosas son lo que son y nada más. Esto no es más que esto; aquello no es más que aquello. Las obras sociales cualesquiera que sean tienen como meta hacer el bien y cuando no proporcionan felicidad al beneficiario, no se comprenden.

De hecho, nos dirigimos al hombre que sufre por ser pobre y dándole caridad, aumentamos su humillación y le dejamos todavía más insatisfecho que antes. Siempre digo que tendríamos que mendigar a los pobres. El indigente pensara: "Todavía se me puede pedir alguna cosa" e instantáneamente, encontrará de nuevo su dignidad de hombre. Por esta razón Shakyamuni pedía la limosna al más miserable de los miserables. No somos pobres cuando damos. Prueba de ello es que un hombre rico tiene horror cuando se la da una limosna, pues se le quita su atributo, el dinero, sin el cual no existe. En este ejemplo hemos atrapado de una mirada la esencia del universo. Una mirada tan lúcida no se explica: es echar el vistazo.

Antiguamente, no había ni lentes para mirar el cielo, ni rayos X, ni microscopio. Nada de todo eso existía. Entonces había que valerse por si mismo, equiparse con ojos capaces de ver bien porque no podíamos ayudarnos de ningún instrumento. Entonces, un día, por primera vez, un ojo percibió la realidad en su totalidad.

Ese ojo, extraordinariamente agudo, se vio asimismo tan bien como a los otros. Penetraba la felicidad y también la desgracia. Mirando todas las cosas en este mundo con su ojo prodigioso, por primera vez le apareció un mundo donde no existía absolutamente nada.

Un día en las letrinas, un gusano cae sobre una placa de hielo. Mirando a este pobre gusano en peligro, un alma compasiva vino a socorrerle y le depositó en un lugar donde pudiera tener calor toda la noche. Al día siguiente, estaba muerto. Lo que para este hombre era la felicidad, no era la felicidad del gusano. Nos equivocamos al pensar que lo que hace la felicidad o la desgracia de los unos sirve también para los otros.

Hay que desarrollar el poder de nuestro ojo para ver de una sola mirada al pobre o al rico, al hombre o a la mujer. Cuando consideramos solo la felicidad de uno o de otro, no vemos nada. Cuando abrazamos todas las cosas de una sola mirada, dominamos el universo. De todas las formas, no se pueden hacer las cosas hasta la mitad, o pararse en el camino. No podemos quedarnos suspendidos en el aire. Hay que ir hasta el final y alcanzar la meta, el punto donde nos despertamos a la verdadera realidad.

Cuando vemos la verdadera realidad, no existen ni hombre ni Ley.

Está dicho en un poema: "Nacimiento y muerte van y vienen, verdad del hombre. Para él los cuatro elementos y los cinco agregados son indestructibles." Se considera por error que un nacimiento es un feliz acontecimiento. Pero se puede nacer deforme o idiota. Entonces, no hay que meter sistemáticamente un nacimiento en el cajón de las felicidades.
También la costumbre de decir que la muerte es un evento desgraciado. En verdad, tendremos que alegrarnos. El motor que produce nuestros sufrimientos ha dejado de girar. Mirás una mujer guapa, una pasión nace, mirás un buen plato, otra pasión surge. Se diga como se diga, es nuestro cuerpo el que las produce y el día en que desaparecen, deberíamos dar un soplido de alivio "¡Uff! por fin me liberé de mi cuerpo y de los sufrimientos de la vida!"

Constatamos a la vez la vacuidad del hombre y la vacuidad de la Ley. Ahora bien, la raíz de las ilusiones es donde reside la especificidad del hombre, su yo. Es decir que el punto de vista del hombre es subjetivo y personal. En otras palabras, no va más allá de la subjetividad humana, no está en continuo con el universo, está en continuo consigo mismo. Está escrito: "Abandonar las vistas del ego, abandonar también el dualismo del hombre vacío y de la Ley vacío." Cuando nos despertamos a la vacuidad de todas las cosas, el ego del hombre ya no existe. Nada más nos traba.

(Extraído de los comentarios de Kodo Sawaki sobre el Shodoka)