viernes, 16 de marzo de 2012

Zazen Wasan del maestro Hakuin


Hakuin Ekaku (白隠 慧鶴) fue un gran maestro zen de Japón a principios del siglo 18. Revivió la escuela rinzai de un periodo de anquilosamiento, centrando sus rigurosos métodos de enseñanza en la meditación y el samu.

Hakuin condenaba con severidad a aquéllos a quienes llamaba “las bandas de zenistas no nacidos”. Los llamaba “No nacidos” porque estos, según él, recalcaban la enseñanza de que la iluminación, puesto que era inherente a todas los seres, es algo que no nace, es incondicionada y no es hecha. No se puede perseguir, ya que no hay nada que alcanzar; en realidad todos somos budas ya. Hakuin criticaba esta actitud considerándola indolente, ya que para él practicar esforzándose y progresar en la práctica y en el camino de la iluminación era fundamental. Es una mirada critica a la "iluminación silenciosa" de la escuela soto de la época, el "solo sentarse". Hakuin argumentaba que los monjes tienden a volverse vagos y no desarrollan su inteligencia.
Como sea, todos los verdaderos monjes y maestros han practicado y practican el mismo zazen que Buda. El zen, ya sea soto o rinzai, es zazen, y zazen es la clave del Budismo.


Hakuin escribió:

“Tengo un verso que se mofa de esa odiosa raza de pseudomonjes:
¿Lo más vil que hay en la tierra? ¿Lo que todos los hombres evitan?
¿Carbón de leña que se deshace? ¿Madera mojada para una fogata?
¿Aceite empapado para una lámpara? ¿Un cochero? ¿Un lanchero?
¿Una madrastra? ¿Zorrinos? ¿Mosquitos? ¿Piojos? ¿Moscas azules? ¿Ratas?
No, ¡monjes rapaces!

¡Ah, monjes! ¡Religiosos! No digo que sean todos ustedes unos forajidos, todos y cada uno de ustedes. Que cuando hablo de monjes rapaces me refiero a esos zenistas de la “iluminación silenciosa” que ahora infestan la tierra. 

Cualquiera que reciba la ordenación y abandone la casa del nacimiento y la muerte es un renunciante al hogar. No es nada más alguien que deja el hogar de su familia y se va para que le rapen la cabeza. Sin embargo, verán personas que andan por ahí haciendo declaraciones infundadas: “Dejé mi hogar, soy un religioso, soy un auténtico monje”. Si eso no fuera ya bastante grave, a continuación esos embaucadores se embolsan la caridad y las donaciones que consiguen de los laicos y gente de familia.

Son personas... que no hacen nada. No practican con el verdadero espíritu ni desarrollan un poquito de sabiduría. No hacen más que desperdiciar sus vidas durmiendo como holgazanes arriba del zafu, como tejones en coma. No son de provecho para sus contemporáneos y cuando mueren son completamente olvidados. No son capaces de dejar tras de sí ni siquiera una sílaba propia para contribuir a la profunda deuda que adquieren con los patriarcas del Buda.

Llueva, truene o relampaguee, ellos insisten: “Somos budas tal como somos, cuencos plenos sin barnizar” y así día a día devoran rebosantes pilas de arroz, para luego, tal como un caballo, defecar cantidades humeantes. ¡Abundante material de relleno para esos cojines! Esa es la suma de sus logros. No pueden conducir ni siquiera a una persona a la otra orilla, a la emancipación, para saldar el compromiso adquirido con sus propios padres. Ellos creen que son puras bobadas los dichos budistas, como el que afirma que “cuando un niño deja su hogar para seguir la vida religiosa, sus familiares más cercanos nacerán en los reinos celestiales durante nueve generaciones.

Una vez el Buda les dijo a sus discípulos que preferiría verlos renacer como viejos zorros con gangrena que verlos convertirse en seguidores de los dos vehículos [hinayana]. Sin embargo, los seguidores de los dos vehículos no son nada en comparación con ustedes, bola de canallas, ignorantes, desvergonzados, irracionales y autocomplacientes".

Hakuin fue el abad de varios templos, entre ellos Ryutaki-ji, que aún ahora es uno de los monasterios más importantes de Japón. Murió en 1769. Su Canto de alabanza a Zazen demuestra la importancia que le confirió a la práctica de sentarse con dedicación.


Zazen Wasan
(Canto de alabanza a Zazen)


Todos los seres son desde el principio Budas.
Es como el agua y el hielo;
sin agua no puede haber hielo.
No hay Budas si no es en los seres vivientes.
Al no saber que está aquí cerca, lo buscamos lejos. ¡Qué lástima!

Es como el que llora de sed estando en el agua;
es como el hijo de una casa noble extraviado entre los pobres.
La causa de nuestro deambular a través de los seis mundos
es que estamos perdidos en los oscuros caminos de la ignorancia;
y nos extraviamos cada vez más en la oscuridad.
¿Cuándo escaparemos de nacimiento y muerte?

La meditación Zen del Mahayana
excede toda alabanza.
La generosidad, la moralidad y las demás perfecciones;
invocar el nombre de Buda, el arrepentimiento, la disciplina,
y muchas otras correctas acciones;
se reencuentran todas en la práctica de la meditación.

Por el mérito de un solo zazen, él destruye sus innumerables pecados acumulados.
¿Cómo puede haber falsos caminos para él?
El paraíso de la Tierra Pura no está muy lejos.
Cuando, reverenciándola, esta verdad es escuchada aunque sea una sola vez, el que la alaba y felizmente la acoge, obtiene infinitos méritos.
Entonces ¿cuántos más méritos obtendrá él que empieza a dirigirse hacia su propio interior y confirma directamente su propia naturaleza -ésa naturaleza que es la no-naturaleza? –

Ese ha trascendido las vanas palabras.
La puerta se abre, y causa y efecto son uno.
El camino discurre en línea recta; no hay dos, ni tres.
Tomando como forma la forma de la no-forma,
yendo o viniendo, él siempre está en casa.

Tomando como pensamiento el pensamiento del no-pensamiento,
cantando y danzando, todo es la voz de la Verdad.
Inmenso es el cielo del ilimitado Samadhi;
radiante la luna llena de la plena sabiduría.
¿Qué queda para ser buscado? El Nirvana está clararamente ante él.
Aquí mismo es el paraíso del Loto,
Este cuerpo mismo es el cuerpo de Buda.


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