domingo, 3 de junio de 2012

La revolución interior


Enseñanza del Maestro Kosen


"El aprendizaje del zen se parece a la guerrilla : una pequeña parte de nosotros entra en el maquis para luchar contra el poder corrupto, ávido y mentiroso que dirige nuestra vida interior. Esta lucha parece sin esperanza pero aun así la emprendemos y, con conocimiento, y mucha perseverancia, hemos visto triunfar a algunos y liberarse de sí mismos.


El Zen del que hablo no es el aprendizaje de una meditación, es un refugio que el hombre posee desde siempre, un refugio de paz y de felicidad que aparece instantáneamente en cuanto se pone en práctica. Todos los seres humanos, sean quienes sean está capacitados para obtener este tesoro, e incluso si practican un solo día, incluso si no toman la postura más que un breve instante, esto tendrá una incidencia y transformará su existencia irremediablemente.


Descubrimos cosas completamente simples pero extraordinarias, como por ejemplo, el sentimiento de exitir. Todos hemos tenido la ocasión de experimentar este sentimiento, tan íntimo que nos parece eterno, inmortal. No nos parace posible que esta fuerza de vida pueda desaparecer, ni siquiera con la muerte. ¿No será esto la naturaleza de Buda?. Descubrirlo no es más complicado que eso. Con frecuencia creemos que las cosas extraordinarias son inaccesibles. Pienso que, originalmente, el mundo es el paraíso, la tierra prometida, que la vocación del hombre es ser el lado visible de Dios. Incluso lo extraordinario funciona de una manera muy simple.


Eliminar de uno mismo las complicaciones, los parásitos, las contaminaciones es suficiente para que la evidencia aparezca. La evidencia no fue inventada por nadie. No fue el Buda quien inventó la evidencia, ni ningún profeta, ni ningún revolucionario. Solo supieron, a veces, percibirla.


Si bien es cierto que a través de los verdaderos maestros surgen y se expresan evidencias revolucionarias, para un monje zen, es totalmente indecente esconderse detrás de un ideal revolucionario.
La revolución que hará del nuestro un mundo más evolucionado no puede consistir en enfrentar negros contra blancos, buenos contra malos, pobres contra ricos, perseguidos contra perseguidores... No puede ser así, por más que se trate de los primeros síntomas.


La percepción revolucionaria de un monje zen es mucho más profunda. Por ejemplo, con respecto a la revolución zapatista de Marcos, el resultado es evidente. ¿ Cómo alegrarse de tal fenómeno ? Es fácil para un intelectual detrás de su periódico tomar partido y utilizar para su propio cuerpo la energía revolucionaria de esa pobre gente que arriesga su vida combatiendo. Y en este fenómeno, la juventud, lo que está vivo, lo espontáneo, corre el riesgo de ser aplastado y aniquilado.


Desde hace muchos años es así en toda Sudamérica. Es como destruir un bosque para construir una autopista o un aeropuerto. Lo peor es que, aunque la revolución triunfe, rápidamente se vuelve rígida como el hielo. Los cubanos se escapan nadando hacia los Estados Unidos. Hace no muchos años, Mao Tse Tung proclamaba haber ganado la revolución, y hoy el mundo entero espera la revolución de la revolución. Si la revolución de la revolución llega a China, los chinos podrán tomar Coca Cola y tener tarjetas de crédito.
Entonces, ¿ qué actitud tomar ?


¿ No podemos creer en un mundo honesto y libre en donde cada uno se sienta responsable ?


Si queremos llevar a cabo una revolución tenemos que emplear el arma mágica que nadie puede atrapar ni detener. Para conseguir esta arma hay que trabajar sin descanso sobre sí mismo. Pero no sólo para sí mismo. Los problemas que nos planteamos sobre el mundo no deben ser abordados con un estado de espíritu ordinario sino con el cuerpo entero, con nuestra práctica de zazen. 
El poder mágico de zazen está más allá de todo lo que podamos controlar.


Cuestionar las propias concepciones revolucionarias es mucho más difícil que apegarse a ellas. Uno llega al silencio, imposible decir algo. Cuando se cuestionan sinceramente las propias concepcionees ya ni siquiera se es revolucionario, uno mismo se convierte en la revolución.
La revolución viva y silenciosa.


Sentarse firmemente, sin objetivo, quedarse inmóvil. Practicar zazen, kin hin, sampai, las tres posturas fundamentales, y samú, el trabajo cuya meta no es el beneficio personal sino el bien de todos. No pretender que se comprende algo. Dejar que espontáneamente emerja la verdad y la fuerza cósmica de uno mismo, enseñar la libertad profunda y la actitud justa a los demás, no para hacer propaganda, sino para ayudarlos realmente y difundir esta influencia para que el mundo evolucione.


Pero el mundo no evoluciona en una dirección conceptual. La verdadera revolución es la apertura de la conciencia y la responsabilización. Simplemente este silencio, esta evolución llevará al mundo entero dentro del torbellino, el torbellino de las cosas en su lugar, porque la naturaleza fundamental de todas las cosas es revolucionaria.






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