jueves, 3 de noviembre de 2016

Al encuentro de la verdad

La verdad es una y está oculta, no la podemos percibir ni mucho menos encontrar con nuestros sentidos físicos ni con nuestra mente ordinaria.
Lo que llamamos “verdad” es la contraparte de eso que denominamos “falso”. Esta es la pequeña verdad, la verdad “relativa”. No es la verdadera verdad, que es absoluta, ya que incluye a todo. La verdad absoluta es lo real, lo verdadero.
En nuestra realidad física, relativa, algo puede ser verdadero y falso al mismo tiempo. Dos personas pueden discutir por la verdad y las dos tener razón al mismo tiempo, o estar equivocadas, (que es lo mismo).

La verdad absoluta es una. Incluye a los contrarios y diluye las oposiciones. La verdad es inmóvil y eterna. Dios, el Creador, el Espíritu, la Conciencia creadora, la esencia de toda la Creación (como prefieras), es la verdad y toda la Creación manifiesta esta verdad.

La esencia, la fuente, la raíz, lo fundamental, es lo verdadero y es invisible a los ojos.
Las manifestaciones, las ramas, lo accesorio, todo lo que percibimos, es lo ilusorio.

El espíritu es la raíz, la fuente de toda la creación

Dios es fuego, agua, luz y aire. Es fuerza centrífuga y centrípeta, yin y yang. Es movimiento y unidad. Es espacio y es materia.


Desde los orígenes hasta nuestros días, el universo continúa evolucionando siguiendo los principios de la creación universal, el principio de los opuestos que permite el surgimiento de la vida y la transformación.
La comprensión de esta verdad permite la liberación total del ego, la pequeña mente que fija los límites al espíritu del ser humano.

La mayoría de las personas no comprenden el sentido de la materia y a menudo malinterpretan la realidad y las manifestaciones del mundo físico y esta es la causa principal de los sufrimientos, la separación, las guerras, el abuso y la carencia en nuestra sociedad humana.
Los religiosos no comprenden el Espíritu ni las leyes de la creación y están separados de Dios, aunque se esfuercen con plegarias y ritos vacíos.
Los científicos no comprenden la gravedad, y en consecuencia la materia y piensan que estamos bajo su control, que nos aprisiona y por eso todavía siguen hablando de un universo mecánico, considerando al espacio vacío y preguntándose si habrá vida en otros planetas. Trabajan con electricidad desde hace mucho y no pueden aceptar que todos los fenómenos cósmicos son electromagnéticos. Cuanta ignorancia!




El espíritu mueve la energía (que es electricidad) y esta se condensa en materia. Vivimos en un universo eléctrico. Habitamos un cuerpo eléctrico.

Lo peor es que niños y jóvenes en todo el mundo son educados con ese modelo obsoleto, estéril, frío y “pseudocientífico”.

El universo esta vivo. La esencia del universo es la conciencia. Todo es vida.
La mayor fuerza de gravedad se encuentra en el vacío, pero no es un vacío sin nada, es un vacío lleno de potencial. Lo denominamos así porque nuestros sentidos no captan nada más que la materia y son insensibles al flujo de energía cósmica.

La nada en realidad significa ausencia de ego

Al no comprender este principio, nos aferramos a una imagen construida de nosotros mismos y la congelamos en el tiempo-espacio, pero esto que nos brinda aparente seguridad y comodidad se convierte en nuestra prisión mental y la conciencia inevitablemente toma la forma de esta prisión.

Este estado de ignorancia es lo que hace que temamos a la muerte y a la desaparición y que consideremos como “éxito”en la vida la riqueza material y la fama, pero nadie se lleva nada de esta vida y la fama es como un sueño que tarde o temprano se olvida.
Este desconocimiento nos lleva a creer que lo que nos hace fuertes y resistentes es la fuerza física, una fuerza ciertamente limitada.


La verdadera fuerza surge de la unidad del cuerpo y de la mente, brota a partir de la autoconfianza y el desapego, del coraje y la sabiduría. Es el resultado de la alquimia interior entre el agua y el fuego, que da como resultado la energía verdadera, en armonía con la energía universal y toda la Creación.
La fuerza individual, que no es más que la fuerza del propio ego, es limitada y estrecha, es como una cáscara que puede fácilmente romperse.
Tras liberarse del ego, uno puede conectar con el verdadero amor, el respeto y la autoconfianza.
He aquí la auténtica fuerza.
Una vez liberada del egoísmo, el  miedo y la ambición, nuestra vida y el universo forman parte del mismo mundo. Desaparecen límites y fronteras en tanto que la energía ya no emana del cuerpo humano sino del poder infinito del universo, fluyendo libremente, sin ataduras. La energía individual resuena y armoniza con la energía cósmica.

O´Sensei decía: “No soy yo quien controla mi energía. Yo estoy vacío pero por mi cuerpo fluyen las energías del Universo. Éste es el poder universal”.

Quienes se creen libres suelen responder a impulsos egoístas. Quieren hacer algo, poseer o convertirse en alguien. Los apegos y los deseos egoístas no engendran libertad ni traen la calma. La verdadera libertad nace del vacío, sólo éste permite la unión con el Universo, con el Creador y la calma verdadera surge del equilibrio y del autocontrol.

La Vía de la armonía no es un camino fácil

La verdad no ilumina a los espíritus ociosos. Se trata, en cambio, de un camino sembrado de trampas y dificultades, con numerosas y duras pruebas para quien lo transita. La experiencia concreta del conflicto es frustrante, pero la lucha que supone el mejoramiento de las condiciones individuales y sociales lo es más todavía.
Sin embargo, el camino del conocimiento presenta desafíos que expanden la mente, fortalecen el ánimo y permiten disfrutar de la alegría del aprendizaje.

“Yo no soy un hombre, soy el Universo en persona’’, decía Morihei Ueshiba.
No se trata de un delirio místico o de publicidad personal, sino de una verdad simple y profunda.


Todos nosotros procedemos de la materia estelar, somos hijos de la luz, de la luz divina que ha creado todo, porque nuestros orígenes se remontan a la gran explosión de la luz. Todos los elementos que forman la materia y dan forma al universo han sido creados a partir de esta energía, la Tierra y el sol y nuestros cuerpos están hechos con estos elementos.
Y del mismo modo que al morir, una estrella restituye su materia al cosmos donde será nuevamente utilizada, nuestros cuerpos se disolverán liberando nuestra conciencia, que volverá naturalmente a la fuente original.


Si quieres encontrar la verdad, sigue la luz de tu corazón




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