viernes, 30 de diciembre de 2016

Más allá de las palabras



La práctica del Aikido consiste en volverse sensible a la energía vital (ki) de nuestro propio cuerpo y a las manifestaciones del ki y finalmente, armonizarnos con la energía universal. Esto significa ser permeables al ki y sentir que nuestro cuerpo forma parte de un universo lleno de ki, y por tanto de conciencia y de vida.

Es difícil definir ki, pero hagamos la idea de que es la energía vital que impregna todo el universo. El ki es la manifestación del movimiento de la conciencia. De manera que en el texto que sigue utilizaré ambos términos indistintamente.

En la etapa donde la sensación de ki está suficientemente desarrollada, el ki del cuerpo coincide con el ki del universo, es decir, la energía personal y la energía universal resuenan, vibran en armonía.

Mediante un entrenamiento asiduo podemos volvernos permeables a la realidad del ki universal

El paso final de la práctica es donde el cuerpo es permeable al ki en grado supremo. En este nivel de maestría podrás controlar el ki sin ninguna intención y estarás en libre comunicación con el ki universal; sin hacer esfuerzo ni utilizar la voluntad, vives en armonía con el ki.
Este es el nivel superior, el ideal o la meta de los que practican el Budo.

Cuando hemos desarrollado lo suficiente nuestra sensibilidad al ki, nos damos cuenta de que nuestra actividad mental es inseparable de la de ki.
En este nivel, podemos sentir una correlación entre las palabras y ki.
El ki está en relación directa con las palabras.
Nombrar las cosas, definir con precisión el significado de las cosas y de nuestras acciones, modula el ki inevitablemente, porque el esquema presentado por las palabras las condiciona, es un límite en sí mismo, de esta manera se elimina el significado latente y se estrecha la percepción.

Aclararlas y definirlas con el propósito de volverlas exactas hace que las palabras pierdan energía y se vuelvan confusas

Es el método típico del cerebro izquierdo, que separa y categoriza en lugar de globalizar. Por lo tanto, para nombrar una sensación de amor se elimina al odio, que inevitablemente está contenida en la misma.
Debemos descubrir el sonido anterior a la palabra. Ese es el significado del kiai (grito de ki) y del kotodama (palabra-espíritu), que refiere a la creencia japonesa (sintoísta) de que los poderes místicos moran en las palabras y los nombres. En el Kotodama, los sonidos pueden mágicamente afectar objetos, el uso de las palabras rituales puede influenciar nuestro entorno, cuerpo, mente, y alma.



Mediante la práctica de la meditación podemos trascender las contradicciones del lenguaje, de los opuestos irreconciliables que aparentemente se presentan en nuestra vida. Amar y detestar son solo extremos de una misma escala que presenta infinidad de grados intermedios. Igualmente la felicidad y la desgracia, bueno y malo, éxito y fracaso, uno mismo y los demás, etc. 



El ser ordinario está siempre basculando entre estos opuestos sin poder armonizarlos, porque depende de las palabras, los conceptos y las categorías, que son todas construcciones mentales reactivas y relativas.

“El verdadero Budo no puede describirse con palabras ni por escrito; los dioses no te permitirían dar tales explicaciones.”
Morihei Ueshiba




Si construimos nuestro ser social mediante las palabras y las categorías, al mismo tiempo, el corte y la relatividad que implican, eliminan una parte fundamental de la experiencia vivida y, por lo tanto, ocultan una parte importante de ki. La realidad que se experimenta es estrecha, tendenciosa y egoísta.
El intelecto (y las palabras) no nos sirve para comprender nuestra naturaleza ni percibir la esencia de las cosas, además, bloquea la circulación de ki y no permite su cultivo.

De la forma en que pensamos damos forma a la realidad y al mismo tiempo esta "realidad" nos condiciona todo el tiempo. 

No es por casualidad que en el Budo, al igual que en el taoísmo y en el budismo (estas son incluso categorías…ya ven!) se busca un estado mental separado del sistema de palabras y conceptos, es decir, más allá de las palabras. Se trata de captar la esencia de las cosas mediante la práctica y el entrenamiento, sin la limitación y la deformación de las palabras. 
El estado de vacío o no-pensamiento (mushin), es equivalente al silencio, a la pausa; sin este silencio, al igual que en la música, todo sería ruido.
La música está hecha de silencios.



Una mente calma, es una mente vacía y por tanto equilibrada, es una mente disponible, que puede reaccionar inmediatamente generando la respuesta apropiada para cada ocasión.

Por lo tanto, el sistema de palabras que nos impregna tan profundamente, es también uno de los obstáculos en la práctica y el cultivo de ki y en la evolución espiritual.
Sin embargo, esto no significa buscar el estado de un ser humano primitivo, mucho menos de un tonto, sino más bien representa un esfuerzo para recuperar o restaurar las cualidades, sensibilidades o facultades que hemos perdido durante el desarrollo de nuestra civilización y de nuestra formación personal.



De alguna manera, la práctica del Budo y del Aikido, están diseñadas para proporcionar a los seres civilizados las cualidades primitivas que hemos perdido.
Por tanto, no es un intento de dar marcha atrás.
Más bien se trata de recuperar habilidades perdidas u ocultas que la cultura, la educación y el desarrollo exclusivo del ser “racional y materialista” moderno han excluido.

Las palabras aparecen, es el resultado de la actividad incesante del cerebro izquierdo, de hecho el área de Broca o centro de la palabra (grupo de neuronas que controlan el lenguaje articulado) está de ese lado en la mayoría de las personas; el ki se modula siguiendo su significado.

¿Cómo desapegarse entonces de las palabras utilizando el lenguaje?

Este es uno de los métodos clave en el cultivo de la energía. Utilizamos imágenes, sonidos y movimiento en lugar de palabras, para aumentar la profundidad y la comprensión, más allá de las palabras, para dirigir y unir de esta forma nuestro ser en el mundo de ki.



Mediante el entrenamiento asiduo, la meditación y la auto-reflexión, podemos naturalmente e inconscientemente equilibrar la actividad de los hemisferios cerebrales y así percibir una realidad más amplia y volvernos sensibles al ki de nuestro cuerpo, de los demás y del universo, que en esencia son el mismo ki.

“La vía del Budo es hacer del corazón del universo nuestro propio corazón”
O´Sensei Ueshiba



La energía es la manifestación del movimiento de la conciencia, expresa su deseo, y hay solo una Conciencia, un espíritu, que se divide en innumerables manifestaciones para expresar la Creación. 
One Mind, One Heart (una mente, un corazón). 
Todas las existencias y manifestaciones de la creación surgen de esta misma fuente y volverán a ella.

La única manera de expandir nuestra individualidad es conectándola con la totalidad.

Conviene asimilarlo y no olvidarlo.

Respira profundamente, calma tu mente, expande tu conciencia y llena tu corazón de luz y alegría.
He aquí la clave.

Buena práctica!




domingo, 18 de diciembre de 2016

La sustancia del universo



La mente es el universo.
Es todo lo que es, lo que fue y lo que siempre será.

La mente es una sustancia, una sustancia material, o más bien tiene la cualidad de cristalizarse y volverse sólida en apariencia

El término mente o conciencia no es lo mismo que intelecto, pensamiento o lo que se conoce usualmente como “mente”.
El intelecto, la actividad consciente, el pensamiento lógico y secuencial, son la actividad del ego, el cual es una ilusión creada por la actividad electroquímica del cerebro y actualizada por las creencias y el entorno, pero hay que saber que en esencia son una extensión de la conciencia universal, mente o espíritu (los nombres no son relevantes si comprendes la esencia).

El pensamiento es actividad eléctrica, movimiento y desequilibrio. La mente, para poder moverse y romper su estado de equilibrio, debe dividirse: dos polos con cargas opuestas que se separan en función del deseo de la mente.



Es un error identificarse con esta actividad (la cual en muchas personas es caótica, desordenada y sin control) ya que es fuente de malos entendidos y contradicciones. 
Sin embargo uno puede servirse de ella como una herramienta, o mejor, como un instrumento (que resuene en unidad con la mente universal).


La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo sagrado.
Albert Einstein

El ser superior comprende esta naturaleza y la protege, la cultiva, se nutre de ella y permite que se expanda para beneficio de todos.

Pensar es dominio del intelecto, del ego o de la mente dividida.
El conocimiento pertenece a la conciencia y al corazón, que es la morada del espíritu o mente universal (diferentes nombres para una misma cosa).

El conocimiento es saber con el corazón, mientras que el pensamiento o intelecto corresponde a la actividad del neocórtex cerebral, sede del ego y fuente de dualidades y contradicciones.

Lo único real en tu vida existe en tu corazón.

La mente, como una sustancia o un éter, se extiende en todas las direcciones, más allá del tiempo-espacio (de hecho los crea).

La sustancia de la mente es la base de toda la creación

Es la sustancia de la cual todo lo visible está compuesto.
Es la vida misma.

Por consiguiente, nuestros organismos físicos se componen de este elemento sutil.

La materia es la cristalización de la sustancia sutil de la mente 

El medio físico de foco y control de esta sustancia tiene su sede en la corteza cerebral, de la cual emana una radiación expansiva que vibra en simpatía con todo.
Esta vibración simpática es lo que la Física describe como entrelazamiento cuántico, pero en realidad es el flujo de la mente, es decir el movimiento de la única sustancia .  

Cuando la concentración impregna la mente y el cuerpo, el poder de la respiración se vuelve uno con el universo, extendiéndose suave y naturalmente hasta el límite absoluto, pero, a la vez, la persona se vuelve cada vez más autocontenida e independiente.
Morihei Ueshiba 


Esta sustancia consciente impregna con simpatía todas las formas y condiciones de la materia y tiene como asistentes a la gravedad, la electricidad y el magnetismo; estas tres fuerzas o condiciones nacen de la misma sustancia, es decir comparten el mismo origen. De hecho, esta sustancia sutil es el alma de la materia, el elemento a partir del cual todas las formas de movimiento reciben su impulso original.

La mente es la semilla del universo

En la semilla del universo existe la totalidad del universo.

De esta sustancia vibrante surgen todas las formas que la ciencia va describiendo a medida que evoluciona y expande su conocimiento: Supercuerdas vibrantes, espuma cuántica, quarks y gluones, fotones, electrones y otras partículas, átomos, moléculas, etc. El resto es una multiplicación y combinación de estos elementos primordiales.


La sustancia de la Mente universal, no tiene principio ni fin ni límites, pero sus manifestaciones si lo tienen. 
El universo físico tiene límites. 

Estos límites son planos de curvatura cero que la luz no puede atravesar y en los cuales se refleja, creando en el interior patrones de interferencia y una infinidad de imágenes y formas en movimiento que aparentan solidez y vida propia.



La sustancia material de la Mente es un éter omnipresente

Este éter sutil vibra en diferentes grados dinámicos.

El sonido, el calor, la luz, la electricidad y la materia, son los efectos de la única sustancia en grados específicos y diferentes niveles de energía, de presión y densidad, pero esencialmente no hay diferencia entre cualquier cosa, como la electricidad y por ejemplo el hierro, salvo en sus diferentes efectos y formas de vibrar y manifestarse.

Este universo visible de materia vibrante no es más que el registro eléctrico de la mente en movimiento

La aparente diferencia entre las cosas se debe únicamente a la diferencia en el movimiento y no a la sustancia.

Son posibles muchos estados de movimiento, pero solo hay una sustancia en el universo.

El universo está hecho de la misma y única sustancia


Como todos los estados de movimiento son mensurables y están bajo el control absoluto de la mente, y como el ser humano es mente, puede, con profundo conocimiento de la naturaleza y la energía suficiente, cambiar un estado de movimiento en cualquier otro estado de movimiento y al hacerlo, transmutar una sustancia en cualquier otra.

Esta habilidad y potencial para transformar la materia es nuestra herencia divina, y nos da la posibilidad no solo de aprender a transmutar elementos sino también a curar enfermedades y a crear una realidad física deseada.

La única sustancia del universo es la Conciencia creadora, la mente del Creador. Nuestra conciencia es una extensión de esta Conciencia, sin fisuras ni costuras.
Es nuestra verdadera naturaleza. Somos pura conciencia experimentando una realidad física transitoria.
No hay forma de estar separados de la única sustancia ya que somos ella misma.

Comprender esta verdad y aceptarla, es realizar nuestra verdadera naturaleza. Aunque en realidad no hay tal cosa como verdadero o falso. La única cosa real en este universo es la conciencia, pura e indivisible, que impregna y da vida a todos los seres y cosas sin diferencias.

Las diferencias son todo lo que percibimos con nuestros sentidos e interpretamos como “real”, incluyendo nuestra individualidad, sin embargo es una ilusión. Simplemente “figuritas” y colores en movimiento, pero lo esencial no mueve, no se desplaza, no nace, no crece ni muere, no gana ni pierde. Es equilibrio. Es “todo” lo que hay.

No hay individualidad en este universo consciente. La individualidad no es más que un aspecto de la mente.

El universo es una única cosa

Esta única cosa es la mente.

La sustancia en acción de la mente pensante es la luz.


No hay más que una sola sustancia y esta no se puede dividir en muchas sustancias o muchas partes, solo se puede modificar su movimiento y su nivel de vibración cambiando así su manifestación.

La individualidad no es más que una apariencia, es un efecto potencial y pasajero de la mente en movimiento

Lo que interpretamos como individualidad no es más que el registro momentáneo de una forma fugaz. Como una fotografía. Percibimos, registramos, congelamos la imagen (mediante la memoria), nos identificamos con esta imagen y le damos forma y existencia fija. Luego creemos que eso que creamos tiene existencia propia y real separada de lo demás.

Este error es debido a un procesamiento incompleto de la información, gestionado por una pequeña zona del cerebro, que en muchas personas en la actualidad está mal configurada y desconectada del resto, lo que lleva a un estado de confusión generalizada.

Esta ignorancia u olvido acerca de tu naturaleza no solo genera miedo y te hace dudar sino que te mantiene en una prisión repleta de conceptos erróneos y percepciones confusas.


Una vez que giras la mirada a tu interior y aceptas quien eres en verdad, todo se ilumina.
La conciencia se reconoce a si misma y cesa el movimiento.

La individualidad y el todo se vuelven unidad. Naturalmente.

La materia nutre de información y energía al espacio.
Esta información se registra.
El espacio genera modela a la materia con esta misma información, ahora modificada o adaptada en virtud del entrelazamiento con la totalidad.

Es muy fácil aunque misterioso, lo difícil es despertar y abandonar los programas inútiles y nocivos que nos impiden vernos y aceptarnos tal como somos.

Somos conciencia viva, infinita y luminosa realizándose a si misma mediante una experiencia humana



domingo, 4 de diciembre de 2016

El principio fundamental del círculo

Enseñanza de O´Sensei Ueshiba


La técnica del Aikido se organiza alrededor de un movimiento circular puesto que todo conflicto se resuelve a través del espíritu del círculo. Por ello, para la creación de la técnica del Aikido resulta vital la reacción del cuerpo y la mente al principio del círculo.

Un círculo delimita un espacio determinado, y el ki nace de la libertad perfecta del vacío así creado. Los procesos creadores de la vida se unen, por acción del espíritu, al Universo infinito a partir del centro del círculo.

El espíritu es el creador, el padre eterno del que nacen todas las cosas.

En virtud de este principio, el proceso creador del espíritu es ilimitado. Dentro de este círculo, el ki del Universo se implica en el proceso de evolución y protección. El movimiento del Karma se inscribe en el círculo del equilibrio y el Budo del Aikido se inscribe en el de la protección. 

El círculo del espíritu es el manantial del ki. 

Dentro de los límites del círculo surge lo ilimitado de las técnicas.

El principio del círculo une el espíritu a la materia a través del Aikido. Éste contiene y crea innumerables técnicas porque encierra todo el ki del Universo. Sin él no podría existir la gloria, la sabiduría, la integridad, ni la posibilidad de unir espíritu y materia. Es más, las funciones de recuperación del organismo dejarían de existir. 

Esto es el círculo de constante renovación del kokyu (respiración).

El círculo del espíritu empieza y acaba en la unidad del Universo.
El Budo del Aikido emerge del dominio de este espíritu. La esencia de este Budo es abarcar la reacción de causa y efecto así como abordar cada cosa como si uno la tuviese cogida en su mano. Todos tenéis un espíritu y debéis ser conscientes del espíritu que cada ser humano posee. 



Todo se resuelve a través del principio del círculo.
El secreto del círculo es crear una técnica que penetra en el corazón del espacio.





domingo, 20 de noviembre de 2016

El Aikido en la vida cotidiana


Cinco maneras en las que el Aikido nutre y desarrolla la vida humana


Hay tantas demandas en nuestra vida cotidiana en estos días, muchas actividades, obligaciones y distracciones. ¿Por qué entonces debemos pasar nuestro tiempo aprendiendo y  entrenando Aikido? ¿Qué podemos esperar ganar que valga la pena para comprometernos en nuestra formación?
Para algunas personas, especialmente aquellas que son nuevas en el Aikido, la respuesta puede ser simple: ganar habilidad en defensa propia, hacer ejercicio, desarrollar fuerza y flexibilidad, socializar.

Pero el Aikido puede ser mucho más si se practica como lo pretendía su fundador O'Sensei Ueshiba. 


Cuando desarrolló el Aikido, O'Sensei no estaba simplemente tratando de crear un nuevo sistema de técnicas que representaran su evolución como artista marcial con su propia mezcla personal de espada, ju-jitsu y prácticas ascéticas y esotéricas.


Más bien construyó un camino para que cada uno de nosotros se hiciera fuerte pero compasivo, se motivara por el beneficio mutuo de no ganar y ser una fuente de armonía en el mundo, en lugar de discordia y separación. Aunque muchas personas quisieran llegar a este estado de ser, la mayoría no tienen ni idea de por dónde empezar. El Aikido es una puerta de entrada a esa transformación personal porque toca todos los aspectos de quiénes somos y cómo nos relacionamos con los demás.

El Aikido nutre a cada persona en cinco áreas:

1) entender el Ki, la energía vital (ki-iku)

2) aumentar nuestro conocimiento y sabiduría a través del estudio y la experiencia (chi-iku)

3) fortalecer y purificar nuestros cuerpos (tai-iku)

4) aumentar nuestra comprensión del comportamiento ético (toku-iku)

5) desarrollar nuestra sensibilidad social (jo-shiki) 


La práctica del Aikido nos ayuda en todas estas áreas si practicáramos sinceramente, con la intención aprender y de ayudar a otros.

Además cultiva cualidades fundamentales para el ser humano como la auto-confianza, el coraje y la cortesía.


Si bien es obvio cómo el Aikido contribuye a la comprensión de ki y al fortalecimiento de nuestros cuerpos, puede no ser tan claro cómo ayuda con la sabiduría, la ética o las habilidades sociales.

La razón por la que el Aikido puede proporcionar acceso a estos atributos es que todas las técnicas de Aikido se practican en relación con otra persona y las lecciones son experimentadas holísticamente por el cuerpo y la mente.

Al practicar Aikido, por ejemplo, uno experimenta la diferencia entre moverse armoniosamente con su compañero o verse obligado a moverse contra la propia voluntad. Y cuando cambia quién comienza la técnica, se puede aprender a sentir la diferencia entre crear la armonía con su compañero de práctica u obligarlo a que siga el propio plan o intención.


La respuesta emocional a estas situaciones es real e inmediata. En un caso, tu pareja estará relajada y cooperativa y en el otro se verá instantáneamente frustrada y luchará contra ti instintivamente.
En Aikido, uno puede explorar este escenario una y otra vez y puede aprender a cultivar técnicas físicas y estados mentales que hacen posible la armonía. Por otra parte, puedes tomar esta comprensión contigo mismo y una vez que dejas el dojo, usarla en tu vida diaria.


Sin embargo, es posible practicar Aikido sin comprender estas lecciones más avanzadas. Puedes destacarte, aprender técnicas, e incluso llegar a ser bastante experto en lanzar a tu compañero y aún así perder el punto fundamental del Aikido. La clave para ir más allá de una comprensión superficial radica en cómo abordar tu formación y a tus compañeros.

La meta de cada práctica y cada técnica es la de alcanzar estos objetivos más altos, este es el ideal y lo que convierte al Aikido en un camino espiritual de transformación y autosuperación.


Aprender a armonizar con la energía universal es aprender a volverse unidad con el universo, observar la naturaleza, aprender sus leyes, abrir el corazón y expandir la mente a una realidad más creativa, solidaria y feliz.


Continúa siempre aprendiendo y evolucionando!




domingo, 13 de noviembre de 2016

El camino del conocimiento


Lo único de valor para un ser humano es el camino del conocimiento.

Y esto es porque en esencia somos conciencia y la conciencia es conocimiento, experiencia, memoria y realización. Podemos ser conscientes de esto, de nuestra verdadera naturaleza. Este es el don que nos fue otorgado.

El conocimiento es información, la información es energía y la energía es materia.
El conocimiento es poder.

Tu poder personal depende de la cantidad de energía e información que posees

¿Qué sentido tiene conocer cosas inútiles?

Eso no desarrolla tu poder ni expande tu conciencia, ni tampoco te prepara para el inevitable encuentro con lo desconocido.

El conocimiento no es un regalo. Lo que ha de aprenderse debe aprenderse arduamente.

Pero que a veces sea difícil no significa que no deba hacerse.
Que algo sea fácil no implica que sea verdadero.

La disciplina y la motivación, son fundamentales y debes cultivarlas y protegerlas de tus malos hábitos.

Gastamos nuestro tiempo limitado y nuestras energías ocupándonos de nuestra persona y de la vida ordinaria a la cual esta sujeta.

Ocuparse demasiado de uno mismo produce un cansancio enorme. Un ser humano en esa posición está ciego y sordo a todo lo demás. La fatiga misma le impide ver las maravillas que lo rodean y su falta de energía no le permite llegar a la profundidad de su ser.

La idea que tenemos del mundo y de nosotros mismos es debida a nuestra educación y somos educados como los caballos con orejeras, solo percibimos lo que nos enseñaron a ver.

Pero el conocimiento no es algo abstracto ni algo ajeno a tu ser.

Una enseñanza Zen dice: "conocerse a si mismo es olvidarse de si mismo, al olvidarse de si mismo uno puede estar en unidad con el cosmos entero".

Olvidarse de si mismo significa trascender la mente ordinaria apegada a los objetos, a las personas y a las situaciones. Es la pequeña mente, que llamamos “ego” o “yo mismo” a la cual estamos habituados y conectados todo el día. Esta mente reactiva es altamente adictiva y genera abstinencia con mucha facilidad, lo que crea confusión y contradicciones.

Cada vez que te propongas aprender debes esforzarte como el que más, y los limites de tu aprendizaje estarán determinados por tu propia naturaleza y la determinación de tu búsqueda. Por eso, no tiene sentido hablar del conocimiento como si fuera algo separado, o algo que existe por si mismo.

El miedo al conocimiento es natural; todos lo experimentamos, y no podemos hacer nada al respecto. Porque el conocimiento es luz y nuestra mente ordinaria está demasiado acostumbrada a funcionar en la oscuridad, por eso andamos a tientas, inseguros y sin confianza, y nos hace dependientes de “bastones” y “ayuda exterior”.

Pero por temible que sea el aprendizaje, es más terrible la idea de una persona sin conocimiento.

El único pecado es la ignorancia

Hablamos de camino, pero tampoco se trata de un camino fijo, trazado de antemano por otro, como una vía o una autopista.

Un camino de conocimiento no tiene forma fija. Es como la vida, de manera que cualquier cosa es un camino entre un millón de caminos. Por eso debes tener presente que un camino es sólo un camino; es lo que te permite avanzar, transitar, experimentar y si sientes que no deberías seguirlo, no debes permanecer en él bajo ninguna circunstancia, pero tu decisión de mantenerte en ese camino o de abandonarlo debe estar libre de miedo o ambición.

Debes observar cada camino de cerca y de manera deliberada. Y hay una pregunta fundamental que debes hacerte: ¿Tiene corazón este camino?

Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna parte porque tampoco vienen de ninguna parte.
Sin embargo, un camino sin corazón nunca es agradable y si no hay agrado no hay aprendizaje.

La memoria depende de la energía del corazón
Sin emoción no hay aprendizaje

Un camino con corazón resulta sencillo y no te costará esfuerzo tomarle gusto; el viaje se te hará más fácil y gozoso y mientras lo sigas, serás uno con él.

Existe un mundo de felicidad donde no hay diferencia entre los seres y las cosas porque en él no hay nadie que pregunte por las diferencias.

Sin embargo ése no es el mundo actual del ser humano. Algunos  tienen la arrogancia de creer que pueden vivir en dos mundos, pero eso es pura ilusión.
Hay un único mundo para nosotros. Somos seres humanos, y debemos transitar con alegría el mundo de los seres humanos.

Los límites y la apariencia de ese mundo lo determina tu nivel de conciencia

Lo importante es no confundirse, puedes hacer tu camino en esta vida con tu ser ordinario o con tu ser luminoso.

La diferencia está en el conocimiento



jueves, 3 de noviembre de 2016

Al encuentro de la verdad

La verdad es una y está oculta, no la podemos percibir ni mucho menos encontrar con nuestros sentidos físicos ni con nuestra mente ordinaria.
Lo que llamamos “verdad” es la contraparte de eso que denominamos “falso”. Esta es la pequeña verdad, la verdad “relativa”. No es la verdadera verdad, que es absoluta, ya que incluye a todo. La verdad absoluta es lo real, lo verdadero.
En nuestra realidad física, relativa, algo puede ser verdadero y falso al mismo tiempo. Dos personas pueden discutir por la verdad y las dos tener razón al mismo tiempo, o estar equivocadas, (que es lo mismo).

La verdad absoluta es una. Incluye a los contrarios y diluye las oposiciones. La verdad es inmóvil y eterna. Dios, el Creador, el Espíritu, la Conciencia creadora, la esencia de toda la Creación (como prefieras), es la verdad y toda la Creación manifiesta esta verdad.

La esencia, la fuente, la raíz, lo fundamental, es lo verdadero y es invisible a los ojos.
Las manifestaciones, las ramas, lo accesorio, todo lo que percibimos, es lo ilusorio.

El espíritu es la raíz, la fuente de toda la creación

Dios es fuego, agua, luz y aire. Es fuerza centrífuga y centrípeta, yin y yang. Es movimiento y unidad. Es espacio y es materia.


Desde los orígenes hasta nuestros días, el universo continúa evolucionando siguiendo los principios de la creación universal, el principio de los opuestos que permite el surgimiento de la vida y la transformación.
La comprensión de esta verdad permite la liberación total del ego, la pequeña mente que fija los límites al espíritu del ser humano.

La mayoría de las personas no comprenden el sentido de la materia y a menudo malinterpretan la realidad y las manifestaciones del mundo físico y esta es la causa principal de los sufrimientos, la separación, las guerras, el abuso y la carencia en nuestra sociedad humana.
Los religiosos no comprenden el Espíritu ni las leyes de la creación y están separados de Dios, aunque se esfuercen con plegarias y ritos vacíos.
Los científicos no comprenden la gravedad, y en consecuencia la materia y piensan que estamos bajo su control, que nos aprisiona y por eso todavía siguen hablando de un universo mecánico, considerando al espacio vacío y preguntándose si habrá vida en otros planetas. Trabajan con electricidad desde hace mucho y no pueden aceptar que todos los fenómenos cósmicos son electromagnéticos. Cuanta ignorancia!




El espíritu mueve la energía (que es electricidad) y esta se condensa en materia. Vivimos en un universo eléctrico. Habitamos un cuerpo eléctrico.

Lo peor es que niños y jóvenes en todo el mundo son educados con ese modelo obsoleto, estéril, frío y “pseudocientífico”.

El universo esta vivo. La esencia del universo es la conciencia. Todo es vida.
La mayor fuerza de gravedad se encuentra en el vacío, pero no es un vacío sin nada, es un vacío lleno de potencial. Lo denominamos así porque nuestros sentidos no captan nada más que la materia y son insensibles al flujo de energía cósmica.

La nada en realidad significa ausencia de ego

Al no comprender este principio, nos aferramos a una imagen construida de nosotros mismos y la congelamos en el tiempo-espacio, pero esto que nos brinda aparente seguridad y comodidad se convierte en nuestra prisión mental y la conciencia inevitablemente toma la forma de esta prisión.

Este estado de ignorancia es lo que hace que temamos a la muerte y a la desaparición y que consideremos como “éxito”en la vida la riqueza material y la fama, pero nadie se lleva nada de esta vida y la fama es como un sueño que tarde o temprano se olvida.
Este desconocimiento nos lleva a creer que lo que nos hace fuertes y resistentes es la fuerza física, una fuerza ciertamente limitada.


La verdadera fuerza surge de la unidad del cuerpo y de la mente, brota a partir de la autoconfianza y el desapego, del coraje y la sabiduría. Es el resultado de la alquimia interior entre el agua y el fuego, que da como resultado la energía verdadera, en armonía con la energía universal y toda la Creación.
La fuerza individual, que no es más que la fuerza del propio ego, es limitada y estrecha, es como una cáscara que puede fácilmente romperse.
Tras liberarse del ego, uno puede conectar con el verdadero amor, el respeto y la autoconfianza.
He aquí la auténtica fuerza.
Una vez liberada del egoísmo, el  miedo y la ambición, nuestra vida y el universo forman parte del mismo mundo. Desaparecen límites y fronteras en tanto que la energía ya no emana del cuerpo humano sino del poder infinito del universo, fluyendo libremente, sin ataduras. La energía individual resuena y armoniza con la energía cósmica.

O´Sensei decía: “No soy yo quien controla mi energía. Yo estoy vacío pero por mi cuerpo fluyen las energías del Universo. Éste es el poder universal”.

Quienes se creen libres suelen responder a impulsos egoístas. Quieren hacer algo, poseer o convertirse en alguien. Los apegos y los deseos egoístas no engendran libertad ni traen la calma. La verdadera libertad nace del vacío, sólo éste permite la unión con el Universo, con el Creador y la calma verdadera surge del equilibrio y del autocontrol.

La Vía de la armonía no es un camino fácil

La verdad no ilumina a los espíritus ociosos. Se trata, en cambio, de un camino sembrado de trampas y dificultades, con numerosas y duras pruebas para quien lo transita. La experiencia concreta del conflicto es frustrante, pero la lucha que supone el mejoramiento de las condiciones individuales y sociales lo es más todavía.
Sin embargo, el camino del conocimiento presenta desafíos que expanden la mente, fortalecen el ánimo y permiten disfrutar de la alegría del aprendizaje.

“Yo no soy un hombre, soy el Universo en persona’’, decía Morihei Ueshiba.
No se trata de un delirio místico o de publicidad personal, sino de una verdad simple y profunda.


Todos nosotros procedemos de la materia estelar, somos hijos de la luz, de la luz divina que ha creado todo, porque nuestros orígenes se remontan a la gran explosión de la luz. Todos los elementos que forman la materia y dan forma al universo han sido creados a partir de esta energía, la Tierra y el sol y nuestros cuerpos están hechos con estos elementos.
Y del mismo modo que al morir, una estrella restituye su materia al cosmos donde será nuevamente utilizada, nuestros cuerpos se disolverán liberando nuestra conciencia, que volverá naturalmente a la fuente original.


Si quieres encontrar la verdad, sigue la luz de tu corazón