A veces se dice que la práctica de zazen es difícil, pero hay una gran equivocación en lo que respecta al porqué.
No es difícil por que resulte arduo mantener la postura con las piernas cruzadas y la espalda derecha, aunque esta pueda ser una dificultad inicial. Es difícil porque lo arduo está en mantener nuestra mente y nuestra práctica puras en su sentido fundamental, esencial.
A medida que se continúa esta práctica a través de los años, quizás se mejore un poco o se progrese, pero uno está propenso a perder el significado infinito de la mente original y el espíritu del comienzo.
El espíritu puro del principiante, del que busca sinceramente sin ninguna pretensión, con un deseo ferviente de aprender y mejorar.
La "mente original" lo incluye todo en sí misma.
Es siempre rica y autosuficiente. La mente original es pura y se basta a si misma. Y es este estado mental que debemos tratar de no perder. Esto no significa aislarse o tener la mente cerrada, sino, en realidad, mantenerla vacía, pronta, disponible. Cuando la mente está vacía, se encuentra siempre dispuesta para cualquier cosa, abierta a todo. “A la mente del principiante se le presentan muchas posibilidades; a la del experto, pocas”, enseñaba el Maestro Susuki.
La naturaleza original lo incluye todo.
Del campo infinito de posibilidades que es el inconciente, brota la mente pura, sin dualismos ni discriminaciones. Las categorías limitan.
Seguro que en la vida cotidiana, hay que elegir, se presentan siempre categorías, alternativas, límites. Pero durante la práctica de la meditación, todo esto se debe dejar pasar y volver al no pensamiento, a la mente original, vacía y tranquila.
El ejemplo del vaso lleno o vacío, cuando está repleto, ya no le entra nada más a diferencia del vacío, que puede ser llenado.
Solo así podemos aprender algo, cuando hay un vacío previo. Si creemos que sabemos algo, ya perdemos la frescura y la motivación para seguir aprendiendo. El vaso esta lleno.
Este es el problema de los “especialistas”: saben mucho de poco y poco de la totalidad, conocen sobre una sola cosa, y se pierden todo lo demás, pierden referencia, posibilidades, creatividad. En nuestra sociedad son muy apreciados, la especialidad es lo máximo.
Curiosamente en términos biológicos, cuanto más especializada es una especie, menos oportunidades de sobrevivir tiene. Es evidente, estás demasiado preparado para una sola cosa, cuando cambian las condiciones (que es lo que ocurre en la naturaleza permanentemente) no hay herramientas ni información para sobrevivir a las nuevas condiciones.
El mismo conocimiento que brinda seguridad y suficiencia, termina por limitar, estrechar su campo de acción y entonces ya deja de ser “verdadero” conocimiento, ya que no se renueva ni se transforma, pierde capacidad, utilidad y además fuentes de información.
Todos los pensamientos basados en el propio “yo” crean un límite, ya que ese “yo” es limitado y generalmente estereotipado.
Podemos, por razones didácticas, llamarlo “mente reactiva” a diferencia de la “mente original”. La mente reactiva responde al medio, como un reflejo, no tiene existencia propia. Eso que llamamos “Yo”, es un collage de interacciones con el entorno, con los demás, con el medio interno, que se actualiza permanentemente. Está hecho de recuerdos, ilusiones, deseos y frustraciones, reflejos e interacciones, acción y reacción, programas previamente instalados en el subconciente.
A medida que se continúa esta práctica a través de los años, quizás se mejore un poco o se progrese, pero uno está propenso a perder el significado infinito de la mente original y el espíritu del comienzo.
El espíritu puro del principiante, del que busca sinceramente sin ninguna pretensión, con un deseo ferviente de aprender y mejorar.
La "mente original" lo incluye todo en sí misma.
Es siempre rica y autosuficiente. La mente original es pura y se basta a si misma. Y es este estado mental que debemos tratar de no perder. Esto no significa aislarse o tener la mente cerrada, sino, en realidad, mantenerla vacía, pronta, disponible. Cuando la mente está vacía, se encuentra siempre dispuesta para cualquier cosa, abierta a todo. “A la mente del principiante se le presentan muchas posibilidades; a la del experto, pocas”, enseñaba el Maestro Susuki.
La naturaleza original lo incluye todo.
Del campo infinito de posibilidades que es el inconciente, brota la mente pura, sin dualismos ni discriminaciones. Las categorías limitan.
Seguro que en la vida cotidiana, hay que elegir, se presentan siempre categorías, alternativas, límites. Pero durante la práctica de la meditación, todo esto se debe dejar pasar y volver al no pensamiento, a la mente original, vacía y tranquila.
El ejemplo del vaso lleno o vacío, cuando está repleto, ya no le entra nada más a diferencia del vacío, que puede ser llenado.
Solo así podemos aprender algo, cuando hay un vacío previo. Si creemos que sabemos algo, ya perdemos la frescura y la motivación para seguir aprendiendo. El vaso esta lleno.
Este es el problema de los “especialistas”: saben mucho de poco y poco de la totalidad, conocen sobre una sola cosa, y se pierden todo lo demás, pierden referencia, posibilidades, creatividad. En nuestra sociedad son muy apreciados, la especialidad es lo máximo.
Curiosamente en términos biológicos, cuanto más especializada es una especie, menos oportunidades de sobrevivir tiene. Es evidente, estás demasiado preparado para una sola cosa, cuando cambian las condiciones (que es lo que ocurre en la naturaleza permanentemente) no hay herramientas ni información para sobrevivir a las nuevas condiciones.
El mismo conocimiento que brinda seguridad y suficiencia, termina por limitar, estrechar su campo de acción y entonces ya deja de ser “verdadero” conocimiento, ya que no se renueva ni se transforma, pierde capacidad, utilidad y además fuentes de información.
Todos los pensamientos basados en el propio “yo” crean un límite, ya que ese “yo” es limitado y generalmente estereotipado.
Podemos, por razones didácticas, llamarlo “mente reactiva” a diferencia de la “mente original”. La mente reactiva responde al medio, como un reflejo, no tiene existencia propia. Eso que llamamos “Yo”, es un collage de interacciones con el entorno, con los demás, con el medio interno, que se actualiza permanentemente. Está hecho de recuerdos, ilusiones, deseos y frustraciones, reflejos e interacciones, acción y reacción, programas previamente instalados en el subconciente.
Es solo una especie de carta de presentación que nos sirve para funcionar, una referencia para nosotros y para los demás. Pero representa una pequeña parte del ser esencial, de nuestra verdadera naturaleza, de la mente original.
El Maestro Dogen escribió: “si durante la práctica de zazen la mente conciente permanece activa permaneceremos siempre encadenados a sus límites”.
Por eso el secreto es conservar siempre el espíritu del “principiante”. El espíritu del comienzo.
No hay que dejar nunca de sorprenderse ni de motivarse.
Esta mente pura es la que nos vuelve sinceros con nosotros mismos y nos permite seguir aprendiendo, sin pretensiones ni egoísmo. De esta manera es posible armonizarse con todo los demás y encontrar el verdadero espíritu para practicar zazen.
No es solo teoría, no se trata de acumular datos, información o lo que sea de forma conciente o voluntaria. El cerebro en si mismo contiene información producto de millones de años de evolución y además está captando y traduciendo a cada segundo una miríada de bites de información de los cuales somos concientes de apenas unos pocos.
El espíritu del principiante es digno de respeto.
Querer aprender sinceramente y poner su cuerpo y su espíritu incondicionalmente en este acto, es la más alta dimensión del ser humano, que además desprende una cantidad enorme de energía e información y genera una influencia positiva para todos.
Incluso un debutante que practica zazen conoce la forma adulta y evolucionada de su vida.
No es solo teoría, no se trata de acumular datos, información o lo que sea de forma conciente o voluntaria. El cerebro en si mismo contiene información producto de millones de años de evolución y además está captando y traduciendo a cada segundo una miríada de bites de información de los cuales somos concientes de apenas unos pocos.
El espíritu del principiante es digno de respeto.
Querer aprender sinceramente y poner su cuerpo y su espíritu incondicionalmente en este acto, es la más alta dimensión del ser humano, que además desprende una cantidad enorme de energía e información y genera una influencia positiva para todos.
Incluso un debutante que practica zazen conoce la forma adulta y evolucionada de su vida.
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