Una margarita es una margarita
¿Quieres ser tan feliz como los demás? ¿Dices: “me gustaría ser como tú!!”? Pero tu felicidad no se parece a la felicidad de ninguna otra persona. Has de descubrir tu felicidad por ti mismo.
Rodin dijo una vez que cada ser humano es artífice de su fortuna. Cada uno encuentra la felicidad a su propia manera. Cada uno afina su felicidad, cada uno la construye. Es importante que no pierdas de vista tu propia felicidad.
No importa cuál sea tu destino: es TU destino. Cada uno de nosotros ha de vivir su propio destino, en todo momento, en todo lugar. Ahí nadie puede ayudarnos.
“Yo no tengo ninguna naturaleza de Buda”. “De mí nunca se hará un Buda. Buda y yo somos tan diferentes como el sol y la luna...” Pensar así es una ofensa a los tres tesoros: Buda, Dharma y Sangha. Es una blasfemia contra ti mismo. “No soy más que un pobre roñoso, una persona extraviada...” ¿Te das pena de ti mismo? Para tratarse de un pobre roñoso te das demasiada importancia.
Cada uno cumple con su tarea en su propio lugar, sin desprestigiarse a sí mismo. Los pies firmes sobre el suelo. Esto significa samadhi: el Sí Mismo que no tiene parangón en el cielo y en la tierra. Sólo tú puedes llevar a cabo esa tarea. No hay otro mundo más que el tuyo propio. Tu yo es el mundo.
Todos parecen creer que la gente puede dividirse en clases y categorías. Pero no es así: yo soy yo. Cada uno de nosotros responde por completo de sí mismo. Esto significa ser Buda. Si observas el mundo dejando a un lado las relaciones interpersonales no hay ya “mejor” ni “peor”. Un patito feo es un Buda en cuanto patito feo, una belleza es Buda en cuanto belleza. Uno es bueno, el otro es bueno.
Cuando todos aplauden, tú también aplaudes; cuando todos ríen, tú también ríes. Sólo cuando llegues al final de todo dejarás de hacerlo y, con ambos pies firmes sobre el suelo, despertarás a la verdad: yo soy yo.
Convertirse en Buda significa buscar la perfección en uno mismo. Cada uno ha de volverse hacia sí mismo: el señor presidente tiene que ser un presidente perfecto; el simple empleado, un simple empleado perfecto.
“Anda tu camino solo, como el cuerno del unicornio”. La soledad tiene un sentido profundo. Significa que tú no te comparas con nadie.
Como el cangrejo que bajo el agua va expulsando burbujas, de igual manera nunca encuentra reposo la mente humana. Especialmente cuando uno está solo y no tiene nada que hacer, la mente empieza a “borbotear”. ¿Por qué no puede una persona preocuparse únicamente de sí misma? Porque necesita constantemente la aprobación de los demás; si no recibe la aprobación de los demás, pierde la confianza en sí misma y piensa que no sirve para nada. Por eso es tan difícil hacerse uno consigo mismo. Sólo cuando tu fe sea firme y tu vista aguda conseguirás sentarte totalmente solo en zazen. De esta manera realizarás la verdad, como el solitario cangrejo que, satisfecho, va expulsando burbujas.
Es fácil engañar a tu padre, a tu mujer o a tu hijo, pero ¿cómo quieres ocultarte de ti mismo? Más profundo que el más profundo de los valles es el Sí Mismo no puede esconderse de sí mismo. Mantente firmemente asido en tu propio mundo, en el que nadie puede mirar.
Zazen es tu luz
Zazen es tu luz. Sentado en zazen arrojas luz sobre ti mismo. Tú mismo reluces claro y brillante.
Zazen significa “sólo yo mismo”, “unidad del todo en el todo”. ¡Hazte uno contigo mismo! Por eso digo que con el zazen no perseguimos ningún fin. Simplemente nos sentamos. Nos sentamos, siendo uno con el universo.
El ojo es el ojo. El oído es el oído. Si vives en el mundo sin artificios, cada uno de tus movimientos, tu actitud al andar y al estar de pie, sentado o acostado procederá del samadhi primigenio del no-hacer. El oído oye en samadhi, la nariz huele en samadhi, la lengua gusta en samadhi, el cuerpo siente en samadhi. Samadhi significa la limpieza y la claridad original de la propia naturaleza.
Soltar el ego significa aceptarlo todo como un papel en el teatro. Te desenvuelves dentro del papel que te han asignado. Te harás uno con ese papel, sin preferencias ni ilusiones. El abad es uno con el abad, el pequeño monje uno con el pequeño monje. Esto quiere decir volverse íntimo con uno mismo.
Si vas al fondo de las cosas verás que no hay nada tras lo que pudieras ir, ni nada de lo que debas huir. ¿A dónde quieres retirarte cuando alguien te pone en un brete preguntándote quién eres realmente? Yo, aquí, ahora. Cada uno de nosotros ha de llenar el universo entero en este preciso instante, de inmediato, completamente, en el lugar donde se encuentra.
La práctica significa hacer del lugar donde te encuentras el paraíso, descubrir el reino celestial bajo tus pies.
Una enfermedad mantuvo a un poeta en cama durante largo tiempo. Un día dijo:
- “También hoy tengo mi sémola de arroz, también hoy crece la hiedra para mí. ¡No he hecho nada para merecerlo! Mi buena esposa, sólo por ti quiero vivir un poco más”.
Otro quizás hubiera dicho: “¿Qué? ¿También hoy sémola de arroz nada más? ¡Y la ventana se llena de hiedra! ¡Qué triste haces mi vida, mujer!”
Una enfermedad mantuvo a un poeta en cama durante largo tiempo. Un día dijo:
- “También hoy tengo mi sémola de arroz, también hoy crece la hiedra para mí. ¡No he hecho nada para merecerlo! Mi buena esposa, sólo por ti quiero vivir un poco más”.
Otro quizás hubiera dicho: “¿Qué? ¿También hoy sémola de arroz nada más? ¡Y la ventana se llena de hiedra! ¡Qué triste haces mi vida, mujer!”
En el mismo lugar, en el mismo momento, en la misma situación, uno se muestra agradecido mientras que el otro se lamenta. De una misma cosa puedes tú alegrarte o enojarte. Todas las cosas son naturaleza de Buda, pero sólo un Buda que contempla las cosas como Buda las reconoce como naturaleza de Buda.
Si una persona extraviada contempla las mismas cosas, sólo ve su ilusión. Sin embargo, eso no significa que la ilusión sea distinta de la naturaleza de Buda.
Si tu presente actitud ante la vida es engañosa, eso significa que todos los que hasta hoy te han proporcionado alimento, te han apoyado o te han enseñado algo lo han hecho únicamente para hacerte posible este engaño. Si, por el contrario, tu actitud ante la vida es firme, eso significa que has nacido, has sido educado y apoyado para esta firme actitud. Con tu presente actitud vital despiertas todo el pasado a la vida.
Si tu presente actitud ante la vida es engañosa, eso significa que todos los que hasta hoy te han proporcionado alimento, te han apoyado o te han enseñado algo lo han hecho únicamente para hacerte posible este engaño. Si, por el contrario, tu actitud ante la vida es firme, eso significa que has nacido, has sido educado y apoyado para esta firme actitud. Con tu presente actitud vital despiertas todo el pasado a la vida.
¿Qué significa tener buena o mala fortuna? Sea cual sea la situación en que te encuentres, vive tu vida con ambos pies firmes sobre el suelo.
Practicar la vía del Buda no significa confiar en alcanzar un lugar bajo el sol. Andar la vía del Buda significa no patalear en tu presente situación. Aquí está el lugar en el que dar tu vida, aquí el lugar en el que has de dar todo de ti. Éste es el sentido de la frase: “Todos los fenómenos son la forma de la verdad”.
Cuando más des de ti, más tranquilo te sentirás
Paz de espíritu significa contentarse con la vida diaria. Contentarse significa dejar a un lado el “antes de” y el “después de” y ser uno en este instante. No me refiero al pasado y al futuro. Me refiero a mirar fijamente el presente. Nada hay más valioso que tu conciencia presente, pues en ella está la vida eterna.
“Lo que recibiste ayer, debes devolverlo hoy”. No me gusta esta idea. Si recibo algo, lo tomo y digo: “Gracias”. Si alguien lo necesita, simplemente se lo doy. Y eso es todo.
Seguir la vía del Buda significa complacerse con el día de hoy. Tus pies tienen que asentarse firmes sobre la tierra a fin de que no pierdas de vista el día de hoy, este instante, el lugar en que te encuentras y, sobre todo, a ti mismo. Practicar no consiste en acabar las tareas de limpieza cuanto antes. Si no pierdes de vista tu vida diaria mientras haces la limpieza, entonces también ahí estás practicando.
Practicar significa avanzar con paso firme mientras con una linterna iluminas únicamente la oscuridad que se encuentra ante tus pies. No podrás tener una visión general de toda la oscuridad. Pero si a cada paso que das en la práctica te procuras un breve trecho de claridad, entonces realizas la vía eterna del Buda.
Lo que hagas, hazlo sin pensar en ganancias o pérdidas. Emplea en este instante todas las fuerzas de que dispongas.
Me gusta cuando una persona se emplea en algo con toda su energía. Cuando veo que alguien se reserva las fuerzas, me entran ganas de darle una bofetada. Esto vale también para el conductor de autobuses: prefiero su tensa concentración entre el tráfico de Tokio que la relajada conducción en el campo.
Hagas lo que hagas, lo mejor es darlo todo de ti. ¡Escúpete en las manos y pon todo tu empeño en lo que haces!
Durante la guerra, había momentos en que concentraba toda mi energía en el tanden (bajo vientre) y me levantaba con decisión. Así es como al fin conseguía mirar fijamente hacia adelante. Cuando estaba allí de pie, solo, sentía el peso de todo Japón sobre mis hombros. Mientras, por temor, mantenía los ojos cerrados, no podía ver nada. Sólo la desesperada decisión de levantarme me permitía abrir los ojos.
Poner la vida en juego no es gran cosa. El cabo Sawaki se mantenía en pie, bajo el fuego enemigo, hasta que llevaba a todo su batallón al ataque hacia las filas enemigas. Pero esto no tiene nada que ver con ir más allá de la vida y de la muerte. Era sólo el desenfado con que actúa el jefe de una banda de forajidos, al estilo de Mori-no-Ishimatsu (personaje de film). Me daba igual si aquello me costaba la vida. En cualquier caso, no me rompía la cabeza pensando en la muerte.
Si están así sentados ante mí, no tengo elección: cuando imparto un teisho (enseñanza) tengo que darlo todo. Y si no sé algo, lo improviso. Me lo tomo tan en serio que la espalda se me yergue por sí sola.
No tienes elección. Simplemente haz lo que tienes que hacer. Deja lo que tengas que dejar. Cuanto más des de ti, más tranquilo te sentirás. Ahí está el secreto.
Así como no puedes darte un descanso y dejar de respirar ningún día del año, ni en toda tu vida, tampoco puedes hacer pausas en tu práctica. Usar el retrete es práctica. Viajar en autobús es práctica. Leer es práctica. La forma de la práctica cambia, pero la práctica no se interrumpe jamás.
En el zen, la religión es tu vida, siempre, en cada instante. Fija la atención en este momento, sin esperar nada de él, sin hacer depender nada de él, sin añadir ni quitar nada. Simplemente goza de este momento. Tu visión de esta vida ha de ser tan clara que puedas regocijarte incluso si tienes que morir en este preciso instante.
Si tu meta está en el futuro, ya es demasiado tarde. Has de hallarla en este instante, en ti mismo. El satori no significa depositar tus esperanzas en el futuro diciéndote: “Hoy no he llegado todavía muy lejos, pero en algún momento, de alguna manera, lo conseguiré”, sino que significa vivir tu vida dándolo todo de ti en todo lugar y en todo momento, siendo así uno contigo mismo. Sin embargo, si dices que ya “das todo de ti en todo lugar y en todo momento, y eres uno contigo mismo”, ¿no vacilas entonces ante el siguiente paso?
Pensar que se ha alcanzado el satori es también una ilusión. Sólo si tienes claro que a tu práctica le falta siempre algo, podrás encaminar cada uno de tus pasos hacia una práctica en cuerpo y alma. Esto es “dar todo de sí en todo lugar y en todo momento, y ser así uno consigo mismo”.
Practicar la vía del Buda no significa confiar en alcanzar un lugar bajo el sol. Andar la vía del Buda significa no patalear en tu presente situación. Aquí está el lugar en el que dar tu vida, aquí el lugar en el que has de dar todo de ti. Éste es el sentido de la frase: “Todos los fenómenos son la forma de la verdad”.
Cuando más des de ti, más tranquilo te sentirás
Paz de espíritu significa contentarse con la vida diaria. Contentarse significa dejar a un lado el “antes de” y el “después de” y ser uno en este instante. No me refiero al pasado y al futuro. Me refiero a mirar fijamente el presente. Nada hay más valioso que tu conciencia presente, pues en ella está la vida eterna.
“Lo que recibiste ayer, debes devolverlo hoy”. No me gusta esta idea. Si recibo algo, lo tomo y digo: “Gracias”. Si alguien lo necesita, simplemente se lo doy. Y eso es todo.
Seguir la vía del Buda significa complacerse con el día de hoy. Tus pies tienen que asentarse firmes sobre la tierra a fin de que no pierdas de vista el día de hoy, este instante, el lugar en que te encuentras y, sobre todo, a ti mismo. Practicar no consiste en acabar las tareas de limpieza cuanto antes. Si no pierdes de vista tu vida diaria mientras haces la limpieza, entonces también ahí estás practicando.
Practicar significa avanzar con paso firme mientras con una linterna iluminas únicamente la oscuridad que se encuentra ante tus pies. No podrás tener una visión general de toda la oscuridad. Pero si a cada paso que das en la práctica te procuras un breve trecho de claridad, entonces realizas la vía eterna del Buda.
Lo que hagas, hazlo sin pensar en ganancias o pérdidas. Emplea en este instante todas las fuerzas de que dispongas.
Me gusta cuando una persona se emplea en algo con toda su energía. Cuando veo que alguien se reserva las fuerzas, me entran ganas de darle una bofetada. Esto vale también para el conductor de autobuses: prefiero su tensa concentración entre el tráfico de Tokio que la relajada conducción en el campo.
Hagas lo que hagas, lo mejor es darlo todo de ti. ¡Escúpete en las manos y pon todo tu empeño en lo que haces!
Durante la guerra, había momentos en que concentraba toda mi energía en el tanden (bajo vientre) y me levantaba con decisión. Así es como al fin conseguía mirar fijamente hacia adelante. Cuando estaba allí de pie, solo, sentía el peso de todo Japón sobre mis hombros. Mientras, por temor, mantenía los ojos cerrados, no podía ver nada. Sólo la desesperada decisión de levantarme me permitía abrir los ojos.
Poner la vida en juego no es gran cosa. El cabo Sawaki se mantenía en pie, bajo el fuego enemigo, hasta que llevaba a todo su batallón al ataque hacia las filas enemigas. Pero esto no tiene nada que ver con ir más allá de la vida y de la muerte. Era sólo el desenfado con que actúa el jefe de una banda de forajidos, al estilo de Mori-no-Ishimatsu (personaje de film). Me daba igual si aquello me costaba la vida. En cualquier caso, no me rompía la cabeza pensando en la muerte.
Si están así sentados ante mí, no tengo elección: cuando imparto un teisho (enseñanza) tengo que darlo todo. Y si no sé algo, lo improviso. Me lo tomo tan en serio que la espalda se me yergue por sí sola.
No tienes elección. Simplemente haz lo que tienes que hacer. Deja lo que tengas que dejar. Cuanto más des de ti, más tranquilo te sentirás. Ahí está el secreto.
Así como no puedes darte un descanso y dejar de respirar ningún día del año, ni en toda tu vida, tampoco puedes hacer pausas en tu práctica. Usar el retrete es práctica. Viajar en autobús es práctica. Leer es práctica. La forma de la práctica cambia, pero la práctica no se interrumpe jamás.
En el zen, la religión es tu vida, siempre, en cada instante. Fija la atención en este momento, sin esperar nada de él, sin hacer depender nada de él, sin añadir ni quitar nada. Simplemente goza de este momento. Tu visión de esta vida ha de ser tan clara que puedas regocijarte incluso si tienes que morir en este preciso instante.
Si tu meta está en el futuro, ya es demasiado tarde. Has de hallarla en este instante, en ti mismo. El satori no significa depositar tus esperanzas en el futuro diciéndote: “Hoy no he llegado todavía muy lejos, pero en algún momento, de alguna manera, lo conseguiré”, sino que significa vivir tu vida dándolo todo de ti en todo lugar y en todo momento, siendo así uno contigo mismo. Sin embargo, si dices que ya “das todo de ti en todo lugar y en todo momento, y eres uno contigo mismo”, ¿no vacilas entonces ante el siguiente paso?
Pensar que se ha alcanzado el satori es también una ilusión. Sólo si tienes claro que a tu práctica le falta siempre algo, podrás encaminar cada uno de tus pasos hacia una práctica en cuerpo y alma. Esto es “dar todo de sí en todo lugar y en todo momento, y ser así uno consigo mismo”.
continuará
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